Colombia ha permitido pesca impune
Colombia ha permitido la depredación indiscriminada de los recursos pesqueros del mar Caribe que están en disputa con Nicaragua, según se desprende de informaciones vertidas por medios de comunicación del país sudamericano que además dejan entrever que de perder territorio marino, se incrementaría la pesca ilegal con palangre.
El diario El Universal, de Colombia, refirió que es improbable (aunque no imposible) que pierda los cayos, pero es muy posible que pierda algo del mar entre éstos y Nicaragua. “En todo caso es muy difícil que Colombia no pierda algo con el próximo laudo de La Haya”, señalan.
El peligro para la pesca de todos modos es grave, porque del potencial que podría capturar San Andrés, el 75% estaría en las aguas aledañas a los cayos, ya que alrededor de San Andrés y Providencia hay poca pesca por comparación. En los cayos también se cree que hay gas y petróleo, pero hasta ahora no se ha permitido explorar allí, respetando la naturaleza del área.
Si Colombia llega a perder áreas de pesca cerca del archipiélago, que ojalá no ocurra, es indudable que la presión sobre el Caribe próximo al continente se volverá inaguantable y empeorará la plaga de los barcos que pescan con palangre.
Una funcionaria de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap) le dijo a El Universal hace unos meses que la entidad piensa estudiar la captura de estos barcos con más cuidado, además de controlar mucho mejor el tonelaje que traen. Para ello designará unos observadores durante un tiempo determinado.
Parte fundamental de la discusión es la llamada captura incidental, que son las especies distintas al atún, que se supone es el objetivo primordial de estos barcos depredadores.
Pero la verdad es que en los miles de miles de anzuelos de los palangreros cae de todo: tiburones de distintas clases, pez velas, marlin y hasta tortugas. Y llevan años pescando con una impunidad que asombra. Poco piensan en eso desde Bogotá al tener tantas otras cosas más cercanas a los intereses del Gobierno de las que ocuparse. La pesca no es una de ellas.
Nos parece que es un modo equivocado de abordar el problema y que la pesca se debería congelar, estudiarla y luego decidir cómo se manejará: cuáles serán los meses más convenientes para pescar y para las vedas, las especies permitidas y el tonelaje que se sacará de cada una. Lo anterior es por supuesto casi imposible de reglamentar cuando se usan artes de pesca que no discriminan especies ni tamaños.
Cualquier pescador local –artesanal o deportivo- le podrá contar a la Aunap cómo escasean ya los peces pelágicos que son objeto de esta pesca, como los diversos atunes, sierras y peces de pico. Y los tiburones, antes considerados una plaga por los pescadores, no se ven casi.
Esta insensibilidad es otro de los síntomas nocivos del centralismo, que no puede tomarle el pulso a este recurso como lo haría si sus funcionarios principales vivieran aquí y sintieran el mar como propio.
Ojalá que la Aunap revise su política de pesca antes de que el recurso se acabe del todo.