La carretera de la muerte
* No puede uno evitar sobrecogerse con el diario ulular de las sirenas en la carretera a Masaya, que en la mayoría de los casos anuncian que ha ocurrido una tragedia
Si realmente sobrevivió el conductor del automóvil Toyota Tercel blanco placas M 054-297 que se metió debajo del camión Mack rojo placas RI 2436, es que tiene más suerte de la que él mismo se imagina.
El percance ocurrió el viernes a eso de las 9:30 de la noche, y el Toyota quedó estrujado por la contundencia del impacto ocurrido en el km 8.5 de la cada vez más peligrosa carretera a Masaya.
Dos días antes había muerto la ciudadana mexicana Fabiola Rivas Villanueva, de 35 años, al meterse la madrugada del jueves debajo de otro camión cargado de leña en las cercanías de El Coyotepe.
Diario sonar de sirenas
Si los muertos salieran, la carretera a Masaya sería un inmenso habitáculo de almas en pena. Ya debe haber superado la peligrosidad de la carretera Norte o estará cerca de hacerlo.
Hay trechos donde hacen falta los “policías acostados” que habían puesto cuando la construyeron y que no gustaron a los amantes de la velocidad ni a aquéllos que se consideran importantes como para correr el peligro de disminuir la marcha.
A los vecinos de la fatídica carretera les cuesta acostumbrarse al diario ulular de sirenas a cualquier hora del día, la noche y la madrugada. En la mayoría de los casos el clamor de la enloquecida alarma sonora anuncia que algo trágico ha ocurrido.
Temor en el país más seguro
Cuando se trata de algún personaje –generalmente de día- es más fácil saberlo debido a que al aullido lúgubre de los carros escoltas se unen las voces salidas de altoparlantes que ordenan a los conductores que les despejen la pasada.
No importa cómo, pero hay que garantizarles la pasada a estos “importantes” que no sabemos a qué le temen en un país donde no existen los atentados y que las estadísticas lo ubican como el más seguro de América Latina.
Es una escena que se repite una y otra vez en una de las principales arterias viales de Nicaragua, cuya capacidad fue rebasada hace rato debido al crecimiento desmesurado del parque vehicular.
No quieren obstáculos para correr
Las diarias colisiones son de las cosas que deberían preocuparnos a todos, en particular a los influyentes ciudadanos que lograron que fueran arrancados los reductores de velocidad y que ven como un problema de embotellamiento los escasos semáforos que le pusieron.
No bastan los llamados ni los foros o reuniones de “expertos” que no aportan nada más que consejos a los que nadie hace caso. Hasta septiembre de este año Tránsito Nacional reportó 552 fallecidos por causa de los casi 22 mil accidentes que se han producido.
La tendencia, según las autoridades policiales, es que lograremos superar los macabros registros de 2011 y parece que lo haremos debido a que son numerosas las víctimas en las últimas semanas.
No hay seguridad
Licor y velocidad son los dos ingredientes principales del cóctel mortal en nuestras carreteras. El tercero podría ser la impericia y uno más la prepotencia de los conductores, a la mayoría de los cuales no les han presentado la cortesía.
Ni cuando la carretera luce casi vacía por las noches hay seguridad, debido a que lo más común es que de repente aparezcan bólidos que amenazan con impactar a quienes creen que llegarán son sobresaltos a su hogar.
Una pandemia
La mayoría de estos “reyes de la velocidad” son jóvenes que en algunas ocasiones se atreven a realizar sus arriesgadas maniobras de día, moviéndose como rayos zigzagueantes en medio de la atestada carretera.
Cada año fallecen más de un millón 200 mil personas en el planeta por causa de los accidentes de tránsito, convirtiendo este problema en una verdadera pandemia. Por algo es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) pronostica que en 2030 la mortalidad por accidentes será la quinta causa de muerte a nivel mundial.