Hombre viejo
Diana Benavides
Una frágil silueta se divisa caminando cuesta abajo por el camino; sin dirección alguna ni lugar especifico donde pasar la noche. Más que un techo sobre su cabeza, necesita un refugio para su alma. La gente lo apunta y con sobrenombres se burlan de él— unos trapos viejos, sucios y rasgados apenas cubren sus maltratados y delgados huesos; y sobre su rostro está marcado el pasar del tiempo.
Sus ojos están acostumbrados a percibir el peligro y la crueldad de las calles al oscurecer; ingiriendo e inhalando sustancias para poder escapar y volar de su realidad. Su cansado ser prefiere estar en prisión, donde al menos un pedazo de pan puede tener. Después de todo no sabe cuándo es menos libre, si estando adentro o afuera de una celda. No importa si es de día o de noche, la secuencia del tiempo es irrelevante ya, prisionero es de una sociedad que se muestra indiferente.
Su mirada vaga y desolada es testigo del progreso de la sociedad— la cual es construida por aquellos hacedores que por su lado pasan con demasiado afán para parar y por su nombre preguntar. Mas su nombre ha olvidado, pues responde al apodo de “hombre viejo”. ¡Apártate del camino!, le gritan todo el tiempo; su prójimo que corre a realizar sus obligaciones del diario vivir, que es que para hacer de este mundo un lugar mejor para la humanidad.
Acampando debajo de un puente ve la lluvia caer; mientras recuerda las lágrimas de su madre bendiciéndolo poco antes de partir de este mundo. Es como si hubiesen transcurrido cien años desde entonces, ha pasado por tanto ya.
Sus ojos todavía abiertos pueden contemplar las estrellas que lo guían a un maravilloso lugar de luces y colores, donde es cordialmente recibido e invitado a una exquisita comida; y donde le preguntan por primera vez en mucho tiempo: ¿cuál es tu nombre? ¡Está feliz, está libre!
Está amaneciendo y sobre el puente los pajaritos cantan una dulce melodía. Un equipo de limpieza encuentra el frágil y delgado cuerpo sin signos vitales; mientras uno de los hombres pronuncia: “No debe de tener más de siete años”. A lo que su espíritu contesta: “Si, solo tengo siete años…no, no soy un hombre viejo”.
Este escrito es propiedad y derechos reservados de su autora…Diana Benavides.