Mentiras, ocultaciones y manipulaciones
Xavier Caño Tamayo.
El lenguaje que muchas veces utilizan los medios de comunicación y los políticos tiende a desvirtuar la realidad. Decir las cosas por su nombre en voz alta es la primera respuesta de resistencia contra la mentira.
Diariamente aparecen en medios informativos miles de mentiras que adulteran, corrompen hechos y pensamientos. Mentir se utiliza para dominar, obtener beneficio, conseguir poder o conservarlo. El historiador Preston desmontó mentiras que dignificaban al dictador Franco: Fue el general más joven de Europa, se opuso a Hitler para que España no entrara en la Guerra Mundial… Así se elaboró una imagen del dictador español más positiva que la de Pinochet, aún siendo Franco responsable de la muerte de 130.000 españoles (Pinochet asesinó a 3.000 chilenos).
Más mentiras. Bush padre filtró un falso informe sobre divisiones iraquíes (que nunca hubo) amenazando la frontera de Arabia Saudí para iniciar la primera guerra del Golfo. Y ¿cómo olvidar las inexistentes armas de destrucción masiva que justificaban la invasión de Irak por Bush hijo?
Los medios no sólo propagan mentiras; manipulan el lenguaje, ocultan y engañan en titulares. Otros modos de atacar la verdad. Un ingeniero informático en febrero de 2010 estrelló su avioneta contra un edificio estatal estadounidense donde trabajaban doscientas personas. Protestaba contra los impuestos. El País tituló: “Activista anti gobierno se estrella contra edificio federal en Texas”. Y el diario 20 minutos, “Una avioneta se estrella contra un edificio de oficinas en Texas”, como si fuera un accidente. En The Independent un comentarista aseguraba que “no era un terrorista sino un ciudadano común con resentimiento y una avioneta”. De ser árabe y musulmán, los titulares lo hubieran calificado de “terrorista”. Y hubiera sido cierto. ¿Por qué no ese ingeniero informático? Pura manipulación.
Los sinvergüenzas afirman que todos mentimos. Torpe modo de intentar tapar vergüenzas y miseria ética de los mentirosos. Mentiras y manipulaciones informativas son ataques contra la justicia, igualdad, derechos humanos e intereses de la mayoría ciudadana. Como lo son la ocultación y la corrupción del lenguaje.
Los ciudadanos españoles tienen una imagen de Colombia pacificada. Pero hace unas semanas hubo una matanza: doce indígenas awa fueron asesinados por paramilitares; esos que el gobierno colombiano afirma haber desmovilizado. Y de cada cuatro sindicalistas asesinados en el mundo, tres son colombianos. Pero de eso no se informa. Y tampoco de muertes de campesinos, amenazas a defensores de derecho humanos, torturas, fosas comunes, robo de tierras… Una desinformación no casual ni inocente: el gobierno de Uribe (responsable siquiera por omisión de tan grave y permanente violación de derechos humanos) es de la misma cuerda político-económica que los amos de los grupos de comunicación españoles. Todos creen en este sistema neoliberal. Y no le pueden dejar mal.
Ocultar hechos y corromper el lenguaje son armas eficaces para impedir conocer y poder cambiar la realidad injusta y desigual. Antonio Galeote lo describe lúcidamente: “La contaminación y la corrupción mental empiezan en las palabras. Los terroristas ganan cuando consiguen que les llamen soldados y se llame terroristas a sus víctimas. Los terroristas ganan cuando se llama defensa a la agresión. Las palabras son importantes. Son el primer paso para comprender. Porque si no se llama a las cosas por su nombre, se acaba justificando que terroristas con uniforme de Israel practiquen un genocidio en Oriente Medio.”
Dice Paolo Flores D´Arcais: “La aniquilación de la verdad y la de la democracia caminan al mismo ritmo, son dos indicadores recíprocos y convergentes: las libertades públicas y las mentiras políticas circulan de forma inversamente proporcional. La tolerancia con la mentira política es indicador de calidad de la democracia. La democracia necesita que sus decisiones sean informadas. Por eso los representantes de los ciudadanos han de ser veraces. Sin esa veracidad pública, el ciudadano no puede decidir con acierto sobre qué candidato representa mejor sus intereses. Y en la medida en que no pueden tomarse esas decisiones, el proceso democrático resulta ilusorio y el poder del pueblo, reducido a mero eslogan». Y añade Joaquín Estefanía, “el control democrático depende de que los ciudadanos dispongan de información verdadera a tiempo. En ocasiones la estrategia de políticos profesionales consiste en manipular para mantenerse en el poder. Este principio de siglo es testigo de la emergencia de la mentira y la manipulación informativa como armas políticas. La democracia es incompatible con la mentira. El político que miente es enemigo de la democracia, aunque haya sido elegido”.
Decir las cosas por su nombre en voz alta es la primera respuesta de resistencia.
*Periodista y escritor