Día de la Pachamama
Ricardo Luis Mascheroni.
Originalmente esta conmemoración se denominó Día de la Tierra, celebrada por primera vez el 22 de Abril de 1970 en los EE.UU, por iniciativa del Senador Gaylord Nelson, adhiriendo en principio a la misma, Canadá y Europa Occidental.
Con el devenir del tiempo y producto de la difusión realizada por distintas entidades tuvo una adopción universal.
En el 2009, a propuesta de Bolivia, la ONU, declara a esa fecha como Día Internacional de la Madre Tierra (en quechua: Pachamama), recordando a los seres humanos su vinculación con el Planeta y la obligación de preservar y respetar la riqueza natural del mismo.
En forma personal el presidente Evo Morales, hizo la proposición, la que fue avalada por aclamación por los 192 países miembros de la Asamblea General de la ONU.
Morales, afirmó que el siglo XXI, debe ser considerado el de los derechos de la Madre Tierra y de todos los seres vivos que en ella habitan, aseverando que «ha llegado el momento de reconocer que la Tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a la Tierra», y alegó estar «convencido de que la Madre Tierra es más importante que el ser humano».
Esta concepción coincide con las creencias griegas que le dieron a la Tierra el nombre de Gea, conocida también como «la diosa de amplio pecho», que en tiempos muy antiguos, era la divinidad suprema, cuya majestad se imponía a los mortales y demás dioses. Divinidad omnipotente, Gea no sólo creó el universo y dio a luz a las primeras generaciones divinas, sino que originó además la raza de los mortales.
El progreso y el desarrollo en términos tecnológicos nos fue divorciando de nuestros orígenes y nuestra reverencia por lo sagrado se fue diluyendo en los vericuetos de esta sociedad que catalogamos de moderna y civilizada, mientras cometemos las peores tropelías y provocamos en el Planeta heridas mortales de difícil cicatrización.
Creo que esta fecha debe servir como un vehículo que transporte un gran y claro mensaje a los líderes políticos, económicos, culturales y sociales del mundo, para que despierten y hagan algo en beneficio de la sanidad de nuestra casa.
Es necesario y urgente, que aquellos que tienen poder real en el mundo, dejen de jugar a las escondidas y entiendan que lo único sagrado que nos relaciona y nos vincula como especie, que se autodenomina superior, es la vida y en consecuencia su respeto y el cuidado del ambiente deben ser una constante en su accionar.
Pese a que este año se cumplen 40 años de la celebración, continúa en muchos la tendencia de creer que la crisis del Planeta es un problema de otros, lo que indica la gravedad del deterioro de los paradigmas de vida y de una civilización que ha alcanzado niveles nunca vistos en tecnologías y avances científicos, pero que declina en cuestiones tan simples como es el respeto del otro y del entorno.
La profundidad de los problemas ambientales expresados en el cambio climático, la degradación del agua dulce, la desertificación, la deforestación irracional y contaminación del aire, entre tantos otros males de similares y nefastas consecuencias, es impulsada por la búsqueda del lucro fácil y rápido, el egoísmo y una sociedad de consumo que nos dice: «tanto tienes, tanto vales»: Esta situación repercute y se ensaña con mayor fuerza sobre los sectores más débiles y empobrecidos del mundo.
A veces uno se ve impotente para intentar frenar los procesos que amenazan llevarse puesta a una gran parte de la humanidad y en otras oportunidades no encontramos las acciones concretas que se opongan exitosamente a las actitudes homicidas de unos y nos ayuden a remontar la dura y empinada cuesta.
No obstante creo, que si queremos que las cosas cambien, para bien, es necesario profundizar nuestras visiones y percepciones sobre el mundo que nos rodea, para sentirnos parte del mismo y así poder modificar todo un espejismo cultural que nos llevó a creernos «amos y señores de la naturaleza», para tratar de evitar que los actuales problemas ecológicos, todavía relativamente manejables, se transformen en un alud incontenible que sepulte la vida.
Frente al agudo proceso de deterioro ambiental que pone en serias dudas la viabilidad del futuro, es necesario reconstruir nuestros lazos fraternos con la Tierra.
De nada valdrán este 22 de abril, los festejos, los discursos encendidos, los apelativos a la responsabilidad común, las distintas actividades, sino no somos capaces de involucrarnos seria y en forma constante en los procesos de cambio y transformación de las estructuras políticas que de la mano de un capitalismo salvaje, han conducido al Planeta a una encrucijada de consecuencias impredecibles e imprevisibles.
El secreto, por lo menos desde mi modesto y leal saber y entender, es tomar partido, participar, sentirnos parte en la tarea común de construir otro mundo posible, más igualitario y soberano, en el que la vida sea un derecho y no una carga difícil de sobrellevar.
Cuántas veces nos descubrimos intentando elucubrar soluciones o respuestas factibles de llevarse a la práctica, pero también cuántas veces esos pequeños o grandes aportes chocan con los intereses económicos, financieros y políticos de unos pocos, que anteponen la rentabilidad, el cierre de cajas, las inversiones financieras, los fines corporativos, y otros alicientes secundarios.
Hasta cuándo y hasta dónde se podrá tensar la cuerda de las injusticias, para favorecer a unos pocos que lo tienen todo, en desmedro de millones que no tienen nada.
Cómo explicar y explicarnos que las aguas contaminadas matan más niños que las guerras, que la minería a cielo abierto y los venenos para cultivos transgénicos que generosamente se riegan en nuestros suelos, para beneficio de las multinacionales, matan en serio y condicionan el futuro de muchos.
Como lo he hecho en otras oportunidades, quiero terminar estas Aguafuertes con algunas estrofas de la canción «Planeta Nuestro» de Marilina Ross, que rezan: «Planeta nuestro que estás girando en los cielos con tantos hermanos a tu alrededor, ¿por qué no lanzas un S.O.S que quede flotando en la inmensidad? …Tus ríos arrastrando van vertidos industriales, tus bosques arrasados y agujeros celestiales… Y hay lluvias negras sobre nieves blancas, y un arsenal nuclear en tus entrañas… y quieren convencernos que es en nombre del progreso… habrá que barajar y dar de nuevo… Planeta Nuestro que estás en los cielos en nombre de todos, te pido… Perdón!!!»
* Docente e investigador de la Universidad Nacional del Litoral
Adital