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Cuerpo como moneda para ir a Estados Unidos

* Ya nadie se asusta de las violaciones a mujeres migrantes centroamericanas, y hasta sus mismos compañeros de viaje las someten

Leonardo Bastida Aguilar
La Jornada, México

Todas ellas lo saben. En sus pueblos y ciudades se los han contado. A diferencia de los hombres, la herramienta para sobrevivir es su cuerpo. La usan con los mareros, los agentes de migración, o incluso con compañeros de viaje. Muchas historias se cuentan de aquellas que son engañadas para ser «enganchadas». Muchas otras hablan de las que fueron bajadas de «La Bestia» y abusadas bajo el anonimato de la selva.

Lo mejor es no oponer resistencia, «de todos modos va a pasar». Es el costo del sueño americano. Subsistir al infierno mexicano. Para sobrevivirlo, es mejor olvidar y seguir el camino.

«Todavía me da miedo subir a La Bestia», reconoce Vanesa mientras recuerda su viaje de casi dos meses por territorio mexicano. A pesar de que ha subido y bajado en diversas ocasiones del tren que parte de Arriaga, Chiapas, rumbo a la frontera con Estados Unidos, afirma que nunca se sabe cómo será el próximo viaje en este ferrocarril que «devora migrantes».

“Parecían de trapo”

Originaria de San Pedro Sula, Honduras, a más de 10 horas de camino desde la frontera Guatemala-México, Vanesa reconoce que la parte más difícil para llegar al «sueño americano» es cruzar por México. Antes de partir de su comunidad localizada en la costa del Atlántico, escuchó muchas historias como las contadas por migrantes secuestrados en este país y quienes rindieron testimonio ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, luego de ser rescatados.

«A dos de las mujeres las violaban diario. Parecían de trapo, las mujeres a las que violaban. Luego trajeron a las muchachas y al niño que se habían llevado. Estaban golpeados. Dijeron que una de ellas estaba rica y dijeron: ‘le dimos por los dos lados’. Una de ellas estaba en su mes y no les importó, todos las habían violado, menos uno al que le dio asco».

Abusada en el cementerio

O el relato de una mujer que fingió estar muerta para sobrevivir. «Me violó el 26 de noviembre de 2009. Me llevó al cementerio, por Tierra Blanca, y me violó, junto con otros dos. Mientras ellos me violaban, su mujer me golpeaba la cara con los pies. Me pegaron con la palma del machete hasta que creyeron que estaba muerta. Me dejaron ahí, hasta que unas personas me ayudaron y regresé a mi país».

A pesar de esto, Vanesa logró llegar hasta la Casa del Migrante en Saltillo, Coahuila, gracias al cuidado de «la raza hondureña» y asegura que en el camino no le pasó nada, aunque sí vio gente caer del tren y ser cortada por la bestia de acero.

Padeció hambre, frío, sed y tuvo miedo de ser interceptada en el camino por mareros (integrantes de la pandilla Mara Salvatrucha) o agentes de migración y ser forzada a tener relaciones sexuales, o ser derribada del tren, caer y perder alguna pierna o brazo.

“Enganchadas” en prostíbulos

Superar cada etapa del recorrido la motivaba a «seguir para arriba» (en referencia a la frontera norte). Caminó los trescientos kilómetros que separan a los poblados del río Suchiate y Arriaga, Chiapas, sitio que después del huracán Stan, en 2005, se convirtió en el inicio del recorrido de «La Bestia». La travesía originalmente partía de Ciudad Hidalgo, también en Chiapas, poblado a un costado del Suchiate y limítrofe con Tecum Umán, Guatemala.

Esta parte de la selva es conocida por su peligrosidad y altas tasas de criminalidad. Muchas mujeres son «enganchadas» en esta zona con la promesa de ser ayudadas a llegar a Estados Unidos y son obligadas a prostituirse en los bares y calles de las ciudades fronterizas.

Vanesa subió al tren y atravesó Oaxaca y Veracruz, casi sin dormir por temor a caer o sufrir algún abuso. Paró por algunos días y continuó el recorrido hasta Tultitlán, estado de México, donde se sabe que esperan los agentes migratorios. No tuvo problemas.

Sin pollero, sin haber sido detenida por las autoridades mexicanas, pero con poco dinero, pudo llegar a la Casa del Migrante en Saltillo para esperar el momento adecuado de intentar cruzar de manera ilegal al país vecino del norte, al igual que lo hacen otros cientos de personas que llegan a este lugar mes tras mes.

Una de cada cuatro

El cálculo de personas de Centroamérica que recorren México para cruzar de forma ilegal la frontera con Estados Unidos oscila entre 150 mil y 400 mil al año. Se estima que de los migrantes que ingresan a México por la frontera sur, 92 por ciento provienen de Centroamérica (43 por ciento de Guatemala, 35 por ciento de Honduras y 15 por ciento de El Salvador) y es además una migración predominantemente masculina, con 81 por ciento de hombres y 19 por ciento de mujeres.

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