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La cuna de Sandino

La casa donde Sandino pasó su adolescencia.

Julián Varsavsky

Página 12

A 40 kilómetros de Managua, en Niquinohomo, se levanta la casa de la infancia de Augusto César Sandino. Con sus casas bajas de tejas rojas y una iglesia colonial barroca, el pueblo parece detenido en el tiempo. Crónica de una visita a la casa-museo del héroe nacional nicaragüense.

Al abandonar la carretera y doblar hacia Niquinohomo –que significa en lengua chorotega “valle de guerreros”– aparece en la entrada una gran estatua de Sandino con su pañuelo rojinegro en el cuello, entre palmeras y vegetación tropical. Por las calles del pueblo, que mantiene mucho de su ambiente colonial, se ven cañas muy altas enarbolando banderas sandinistas. Todavía viven allí unos ochenta ex combatientes y una anciana que lo conoció.

El 18 de mayo de 1895 nació en Niquinohomo, en el departamento de Masaya, Augusto César Sandino, considerado el héroe nacional de la patria nicaragüense. La casa donde se crió se mantiene más o menos como era entonces, con sus tejas rojas y un patio trasero con galerías. Era una casa de avanzada para la época, con un singular baño al aire libre que aún existe, ya que el padre de Sandino era un mediano productor de café.

El edificio más llamativo de Niquinohomo es la iglesia de Santa Ana, erigida en 1663 con las líneas del barroco colonial y reconstruida en 1945. Esta iglesia, ubicada a una cuadra de la casa de Sandino, encierra una curiosa historia moderna. Durante la guerra revolucionaria contra la dictadura de Somoza los sandinistas tomaron la mitad del pueblo, que quedó dividido en dos con trincheras y barricadas. La comisaría de la Guardia Nacional estaba justo enfrente de la iglesia, y los guerrilleros se hicieron fuertes adentro de ese recinto. Lo extraño es que desde allí combatieron durante seis meses treinta sandinistas, hasta que a comienzos de 1979 llegaron los refuerzos que les permitieron tomar el pueblo completo.

Museo histórico

La casa de Sandino tiene 250 años y es hoy una biblioteca pública y también un pequeño museo donde se ve cómo era una típica vivienda de la época. Durante la visita se ingresa a la cocina, al patio con galerías y a los cuartos ya sin muebles. Un guía acompaña a los visitantes y cuenta la historia del General de Hombres Libres, de quien se exhiben solamente fotos en las paredes y dos estatuas. Hasta hace unos años vivió allí una nieta de Sandino, quien donó la casa y ahora vive a dos cuadras.

Sandino fue hijo ilegítimo de una indígena que servía en la plantación de su padre. De muy niño el futuro rebelde conoció el hambre y la cárcel, acompañando a su madre embarazada que había cometido el “delito” de trabajar para otro patrón porque aquél le ofrecía unos centavos más, un vestigio feudal común en aquella época.

Estatua de Sandino en Niquinohomo.

El niño trabajó también en el café ayudando a su madre y fue reconocido por su padre recién a los nueve años, edad en la que fue a habitar la casa que hoy es museo (Sandino habría nacido en la esquina opuesta de la plaza, hoy una farmacia). Pero al llegar a este lugar debió trabajar como cualquier otro niño hijo de empleados para ganarse el pan, sin derechos reales de hijo legítimo: de hecho, comía en la cocina con los sirvientes.

A los 17 años Sandino vio con sus propios ojos la intervención de las tropas estadounidenses en 1912. El general liberal Benjamín Zeledón se enfrentó a los norteamericanos en la cercana ciudad de Masaya y su cadáver llevado en una carreta por los marines –para mostrarle al pueblo lo que le pasaría si resistían– pasó frente al joven Sandino, que quedó impresionado.

En 1921, con 26 años, debió abandonar Niquinohomo porque le disparó en una pierna al hijo de un destacado conservador del pueblo por hacer comentarios humillantes sobre su madre. Otra versión dice que la disputa se debía a que el joven en cuestión lo había estafado. Temiendo una venganza de esa familia viajó a Honduras, Guatemala (donde trabajó en las plantaciones de la United Fruit Company) y México, país en el que se empleó en empresas petroleras como mecánico.

Al recorrer la pequeña muestra fotográfica, la guía reconstruye la historia de la lucha de Sandino contra los invasores norteamericanos. En una foto se lo ve posando en las montañas de Las Segovias en 1928, adonde se retiró luego de regresar a Niquinohomo y pretender iniciar un negocio, saboteado por la familia conservadora enfrentada con él. Y fue allí donde Sandino –simpatizante de los liberales– organizó el primer grupo de Los Montañeses con el cual atacó un cuartel conservador en el poblado de El Jícaro en 1926.

Cuando el ejército liberal pactó una coexistencia con las tropas norteamericanas dentro de Nicaragua, Sandino rompió con ellos y se retiró con 30 hombres al inexpugnable cerro El Chipote, declarando: “No me vendo ni me rindo. Yo quiero patria libre o morir”. Allí enarboló por primera vez una bandera roja (liberal) a la que agregó una franja negra, simbolizando que la lucha sería hasta conseguir la libertad o la muerte.

Una de las fotos del museo muestra a la plana mayor del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN), surgido a partir de aquellos 30 guerrilleros, que en poco tiempo sumaron campesinos hasta alcanzar los 6000. Liberales y conservadores habían pedido la intervención norteamericana, así que ahora los rebeldes se enfrentaban a la clase política local y los invasores extranjeros, que eran muy impopulares en el campo por sus masacres y por su costumbre de violar a las mujeres campesinas.

Resumida entre las paredes de la casa de Sandino, la historia avanza con la batalla de Ocotal de 1927, en la que los rebeldes tomaron casi toda esa ciudad y acorralaron a la Guardia Nacional y a los marines en las dos manzanas centrales, hasta que los aviones norteamericanos produjeron el primer bombardeo aéreo de la historia del continente, obligando a los sandinistas a retirarse. Esto generó un cambio de estrategia y el surgimiento de la guerra de guerrillas, que evitaba los grandes enfrentamientos ante un enemigo mejor armado.

Las derrotas de los marines a manos de los sandinistas iban en aumento cuando Roosevelt llegó al poder y en 1933 cambió de estrategia, retirando las tropas de Nicaragua. A raíz de esta situación, las dos únicas placas que hay en el Pentágono rememorando guerras perdidas son las de Nicaragua en 1933 y Vietnam en 1967.

Con el retiro de las tropas Sandino pactó la paz con el presidente liberal, entregó las armas y fundó cooperativas de trabajo. Pero la Guardia Nacional organizada por los norteamericanos antes de su partida, comenzó a atacar a los sandinistas desarmados.

La cronología fotográfica del museo sigue con una foto de 1934 con Sandino en la Casa Presidencial, a cuya salida fue detenido para ser fusilado a traición. El 21 de febrero de ese año el general Sandino en compañía de su padre, su hermano Sócrates y otros lugartenientes fue invitado a cenar por el presidente Sacasa. A la salida un auto con matones de la Guardia Nacional ya dirigida por Somoza los detuvo y envió a prisión. Luego fueron fusilados y los trabajadores de las cooperativas de Sandino masacrados.

La historia en el museo avanza con una colección completa del diario Barricada del Frente Sandinista de Liberación Nacional, publicado desde 1979 a 1997 y que se puede consultar. Pero al salir a la calle esa larga historia de victorias y derrotas del sandinismo continúa hasta el presente: en los pasacalles y muros hay propaganda actual del sandinismo con Daniel Ortega y el pueblo de Sandino –118 años después del nacimiento de su primer líder– es gobernado por un alcalde sandinista.

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