Urge formar veterinarios capacitados en Nicaragua
Dr. Enrique Rimbaud
Este es un tema que tiene varias aristas, todas escabrosas y opinables, pero necesarias, la profesión de Médico Veterinario es una necesidad social, dado que el mismo es un profesional que ejerce la árida y ardua tarea de ser la primer barrera de defensa de la sociedad civil en cuanto a enfermedades se refiere, tanto al comprometer la seguridad alimentaria, asegurando al mismo tiempo la inocuidad alimentaria, como al ejercer la vigilancia permanente de las enfermedades transmisibles al hombre por parte de los animales y los alimentos.
Por otra parte, desde la segunda mitad del siglo XX hasta la fecha, se ha ido incrementando la importancia social de las mascotas (perros, gatos y animales silvestres), y los animales de esparcimiento y deporte (caballos), de tal manera que hoy forman parte misma del núcleo familiar, por lo que el veterinario, como médico de cabecera de la familia, es una realidad.
Ni hablar de la importancia de la conservación de la biodiversidad y de las especies.
Si asumimos estos tres principios, básicos, de la carrera universitaria con mayor número de especialidades en el mundo- la Asociación Mundial de Veterinaria (WVA) reconoce 78 especialidades-, ya palpamos la pertinencia y la pertenencia del médico veterinario para la sociedad civil en su conjunto.
Claro que, si a esto le agregamos que del Producto Bruto Interno y la Balanza Comercial, los dos primeros productos de exportación son la carne y la leche bovina… además de que la dieta básica del nicaragüense se basa en gran porcentaje en el pollo y el cerdo, y que la pesca y la camaronicultura son actividades económicas muy importantes para el país, es obvio que el veterinario debería de ser de interés nacional.
De acuerdo a los índices de Ruppaner, sugeridos por la FAO, de acuerdo a la extensión territorial, número de habitantes, número de animales y otras menudencias, Nicaragua debería de tener tres mil doscientos médicos veterinarios (3,188 para ser exactos)… sin embargo, no cuenta más que con casi 500 veterinarios colegiados, cerca de 300 sin colegiar, y las universidades en su conjunto no gradúan más de 150 nuevos veterinarios cada año, y con suerte.
Por eso es que al país llegan en forma permanente veterinarios de Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá a realizar trabajos puntuales en empresas ganaderas comerciales.
Por otra parte, debemos considerar cosas como que el 75% de las farmacias veterinarias del país, no tienen veterinario detrás, siendo atendidos en el mejor de los casos por agrónomos y zootecnistas, que más allá de sus buenas intenciones, no son profesionales formados en el área clínica ni mucho menos, y en la gran mayoría, por personas que ni siquiera terminaron la secundaria.
Sin embargo, llama la atención que el mundo académico no ofrece respuestas a las necesidades de la sociedad por profesionales veterinarios, más allá de que esta carrera la ofrecen la UNA, UNAN LEÓN, EIAG DE RIVAS, UCATSE, UCC, UCN, UCAN y UDO.
¿Por qué decimos que no ofrecen respuestas?
Se trata de un problema de calidad y cantidad, cantidad, porque el número de graduados es insuficiente para cubrir los requerimientos mínimos necesarios del país, y calidad, porque comenzando con las universidades del 6%, exhiben programas obsoletos y fuera de contexto, de mediados de siglo XX…. Universidades que promueven la formación de profesionales veterinarios por cursos sabatinos, cosa que es virtual y realmente imposible y otras, privadas, con buenos programas, pero sin buenos recursos humanos que dicten los cursos y con falta absoluta de la práctica mínima necesaria para el educando.
Llama la atención de que mientras la carrera se oferta en más de ocho universidades, aún no haya un buen hospital veterinario en el país. ¡Y solo para dar un ejemplo! La investigación en salud y reproducción animal es casi nula y el debate crítico inexistente.
Es una urgencia y emergencia nacional que aparezca otro centro de formación, serio, competente, que forme y gradúe veterinarios capaces, críticos, bien entrenados e instruidos, capaces de ser parte del cambio, parte del proceso, y colmen las expectativas que el país tiene de esta profesión maravillosa que es la Medicina Veterinaria.
Si contamos con que en todo el proceso de lucha por la ley de Protección y Bienestar Animal de los años 2009, 2010 y 2011, ninguna universidad tuvo participación, el Colegio de Médicos Veterinarios no tuvo participación y el MAGFOR no tuvo participación, vemos claramente un problema de raíces profundas que se debe resolver en el corto y mediano plazo.
Ni hablemos de la necesidad urgente de tener disponibles en el país post grados, diplomados, especialidades, maestrías, congresos y todo lo relacionado con la educación continua.
¡Porque los animales nos importan!
¡Construyamos el futuro!
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