Sin un céntimo en Nicaragua
* Extraordinaria labor de sacerdotes escolapios valencianos, uno de los cuales falleció en el terremoto de Managua en 1972 y actualmente está en proceso de beatificación
Alberto Soldado (*)
Cuando los padres escolapios Barberá y Sanfeliu, llegaron a Nicaragua en 1949, no llevaban un céntimo encima. Ni uno. Se encontraron con que el aduanero les exigía un dólar por cabeza. Una tasa que la pareja de sacerdotes no podía pagar. Ni siquiera las sotanas servían de garantía para la autoridad.
Hubo de solucionarlo un generoso personaje anónimo que pasaba por allí. Así de pobres llegaron los dos escolapios valencianos a fundar colegios. Cuenta el padre Manuel Antequera, de Rafelbunyol, que se pusieron a vivir en habitaciones llenas de goteras, «sin una mala silla donde sentarse. Nos las trajeron unos pobres vecinos. Definitivamente la obra de la Escola Pia en Centroamérica ha sido guiada por la mano de Dios», afirma este escolapio que hoy reside en el colegio de La Malvarrosa y que pasó más de media vida enseñando en América.
Poco después llegó a Nicaragua un verdadero titán: el padre Bruno Martínez, hoy en proceso de beatificación. Marchó al Nuevo Mundo tras dirigir el seminario de la Masía del Pilar en Godelleta, y predicar por los pueblos de La Safor.
Tras dos décadas de intensa labor misionera murió en el terremoto de Managua del año 1972. El imborrable recuerdo del padre Bruno se manifiesta en un gran número de actividades que en torno a su persona y su legado se desarrollan en los centros por donde pasó.
Tras los colegios de Nicaragua llegaron los de Costa Rica y la República Dominicana. Sus enseñanzas y sus métodos ganaron justa fama de alta exigencia y calidad. Colegios elegidos hoy por la clase media y alta pero con gran número de becas para los niños pobres, además de escuelas gratuitas.
En todos ellos luce la senyera valenciana junto a la bandera del país de acogida. Los escolapios nunca han renunciado a sus orígenes y han querido dejar el sello valenciano en cada uno de los centros y misiones creadas.
La revolución sandinista de Nicaragua quiso reconocer, en su día, a los escolapios como propagadores de los principios de justicia social. Eran los tiempos de la Teología de la Liberación. Cualquier escolapio reconocerá ser un humilde seguidor de las enseñanzas del fundador, José de Calasanz, que creó las primeras escuelas para pobres en Roma.
El padre Adolfo García Durán, catalán, uno de los historiadores de la orden, recuerda que José de Calasanz propuso a los jesuitas que se hicieran cargo de la educación de los niños pobres y que la respuesta de éstos fue que «ellos se dedicaban a la universidad». Ese fue uno de los motivos por los que José de Calasanz creó escuelas para niños. También dice que el hecho de que no haya muchos escolapios en el santoral es «porque somos pobres, y con entregarnos a los demás tenemos suficiente».
Hijos naturales y enseñanza mixta
El padre Ramón Barberá, uno de los pioneros en estas fundaciones, recordaba en una entrevista una anécdota especialmente significativa: «los escolapios fuimos los primeros colegios cristianos que admitimos en nuestra matrícula a los hijos naturales». Cuando alguien le recriminó esa actitud, la respuesta del escolapio valenciano fue contundente: «no admitirlos es lo más anticristiano. Los hijos naturales estudiarán con los escolapios».
Los padres valencianos también fueron los primeros que impulsaron la enseñanza mixta en Nicaragua. Sus colegios fueron pioneros en ese nuevo estilo, hoy universalmente extendido.
Nueva demarcación de la orden
Los colegios escolapios de Nicaragua, República Dominicana y Costa Rica ya no dependen del provincial de Valencia. La reestructuración general de la orden, en parte motivada por la falta de vocaciones que se da en todas las organizaciones religiosas, aunque la de escolapios parece acusarlo en menor grado, ha unificado provincias.
Los centros creados por los valencianos han pasado a depender de la nueva provincia de Centroamérica y el Caribe. Miles de niños y niñas de reciben una educación basada en los principios cristianos bajo el prisma escolapio. El padre general, Pedro Aguado, vasco, ha designado al padre Montesinos responsable de los colegios de la antigua viceprovincia de Centroamérica además de Venezuela y Cuba.
Una responsabilidad de enorme calado para alguien que «parla valencià», que de niño disfrutaba de los frutos de La Masía del Pilar, que estudió en la calle Carniceros de Valencia, y que hoy mantiene la señera en los centros educativos que diversos sacerdotes valencianos crearon desde la más estricta pobreza hace ya más de medio siglo.
(*) El Mercantil Valenciano