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La noble y peligrosa profesión del magisterio

Dr. Vicente Maltez Montiel.

* 29 de junio Día Nacional del Maestro Nicaragüense

Vicente Maltez Montiel (*)
Una vez más se celebra este 29 de junio el día del maestro nicaragüense, noble profesión a la cual se dedican más de cincuenta mil hombres y mujeres de nuestro país que sufren factores de riesgo y enfermedades profesionales no reconocidas por la sociedad y el Estado, que afectan su calidad de vida y derechos.

Los nobles maestros y maestras que siembran “ideas grandes y nobles”, según Rubén Darío, no son ajenos a las conclusiones de diversas investigaciones mundiales que han demostrado que existe una relación causa-efecto entre trabajo docente y trastornos de la salud.

El parlamento somocista decretó en noviembre de 1977 “el Día del Maestro Nicaragüense” para recordar la gesta patriótica del maestro y héroe Emmanuel Mongalo y Rubio, quien con una tea incendia en Rivas el mesón donde se encontraban los filibusteros de William Walker. Fue hace 158 años, un día 29 de junio de 1855.

La inmortal valentía y generosidad del maestro Mongalo constituye unos de los pilares del orgullo nacional, nos marca a todos pero no se corresponde con la forma de vida y trabajo de quienes ejercen la delicada y estratégica función social de preparar a las futuras generaciones.

Enmanuel Mongalo es un ejemplo para todos por su amor a la patria y en especial por su desprendimiento, ya que después de convertirse en héroe nacional se retira a escribir textos de geografía e historia y muere un primero de febrero de 1872, a los 38 años.

Uno de los peores salarios de Nicaragua es el de los maestros porque no cubre la canasta básica de un hogar, pero además es importante destacar que se trata de una profesión con altos niveles de peligrosidad laboral por las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que conlleva el trabajo de enseñar.

Los maestros y maestras nicaragüenses nos acompañarán siempre. Inevitable recuerdo a Miguel Ramírez Goyena, Maestro Gabriel, las inolvidables “Osoritos”, doña Hermisenda y doña Hermelinda, “maitro Julio” y licenciada Miriam Sandoval de Sandoval en la vieja Managua.

En nuestro país la doctora Nydia Palacios Vivas, profesor Edgardo “Puchito” Fuentes Montoya, doctores Sergio Palacios y Amín Hassan, el doctor William Villagra Gutiérrez y licenciado Alfonso Malespín.

En el extranjero no puedo olvidar a los doctores Marx Jan en Rusia y en Cuba a Sergio Salas Vilela, Jaime Wajner Zelicka y José Manuel Buchaca.

Como médico internista asumo el concepto promovido por Harrison, que establece que “debemos compartir información y conocimientos con los colegas, estudiantes y profesionales de ramas afines, así como con los pacientes”.

Esta fue la filosofía de vida y trabajo de los profesores doctores del Hospital Manolo Morales de Managua, fallecidos el pasado año, Sergio Palacios Miranda y Amín Hassan Morales, a quienes recuerdo con mucho cariño por su aporte decisivo a la formación de generaciones de médicos generales y especialistas en Medicina Interna.

Es necesario cambiar la triste situación de salarios miserables y carencias de todo tipo, largas caminatas de maestros rurales y sus enfermedades profesionales olvidadas e incomprendidas.

Desde el punto de vista físico suelen ser frecuentes padecimientos como enfermedades cardiovasculares, respiratorias, dolores lumbares y de la nuca (cervicales), trastornos digestivos tipo gastritis y úlceras pépticas del estómago o duodeno, insuficiencia venosa de miembros inferiores y disfonías crónicas por el uso y abuso de la voz.

Las alteraciones de la salud mental podemos ejemplificarlas en el siguiente caso: en una ocasión llegó a mi clínica una distinguida catedrática que había asumido la responsabilidad de impartir clases en un famoso colegio privado.

Mientras presentaba imágenes que ilustraban su clase, un estudiante saboteaba el medio audiovisual con un control remoto personal. Al enterarse de la mala intención del estudiante la profesora sufrió un desmayo como consecuencia de una crisis de presión alta.

El estrés o tensión nerviosa, la depresión, ansiedad y sentirse “quemado o quemada”, (síndrome de Bournot), y las consecuencias psicosomáticas, emocionales y de la conducta no solo afectan al maestro o maestra, se reflejan en sus alumnos y en el producto de su trabajo, que disminuye en cantidad y calidad.

Las aulas cargadas de alumnos, algunas de ellas con el concepto de “enseñanza inclusiva” que incluyen alumnos con discapacidades variadas y la falta de condiciones ambientales idóneas (luz, ventilación, acústica y otras), conllevan insatisfacción, disminución de la productividad y ausentismo laborales, así como pasividad, frustración y conflicto en sus vidas personales.

Nuestros maestros merecen mejor y mayor consideración socio-económica y moral. Cualquier intención que aspire a la transformación y desarrollo pasan por un sistema educativo eficiente, humanista y en correspondencia con los intereses superiores nacionales donde los educadores son el principal componente. ¡Felicidades maestros y maestras!

(*) Especialista y profesor en Medicina Interna, licenciado en Comunicación Social. Autor del libro “Larga vida y prosperidad, consejos de salud”
Clínica Médica Calle principal de Altamira, frente a la CECA, Managua, teléfonos: 2278-0830 y 2267-0251.
maltezvic@hotmail.com

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