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Vivir la vida

Jorge Loáisiga Mayorga

Su pecado fue haberse enamorado. Él era compañero de trabajo, amigo y  amante. Bastaron tres meses desde que se conocieron para que él la convenciera de caer en sus b razos. Un hombre que para Yalilah Abdalla Moraga era guapo, buen mozo, elegante, trabajador y honesto. Esa era la imagen que tenía ella de Ernesto Orozco. Fueron cinco años de romance.

Cuando lo conoció él le dijo que se estaba separando de la madre de sus hijos, que ésta lo tenía harto, que lo que más deseaba era estar con ella, que vivieran juntos y formaran un hogar, ella con sus hijos y él con los suyos.

Así transcurrieron los cuatro primeros años,  de promesa en promesa y la mentira de por medio. “Yo no tengo nada con la mamá de mis hijos, sólo llegó a verlos a ellos”.   Hasta que un día estalló el escándalo. Ella lo llamó al teléfono celular. ¡Sorpresa!  Una voz femenina decía: hola, sí quién habla, hola, hola, hola,…. Y ella respondió preguntando por su amado y solicitando que lo pusieran al teléfono.

La respuesta del otro lado de la línea empezó con una andanada de insultos que le vociferaban expresiones soeces: “Sos vos zorra hijelagrap… que me querés quitar al hombre y te andás revolcando con él como una perfecta perra……. Zorra, zorra, zorra”
Él intervino. Le quitó el teléfono a su mujer y se fue a un lugar solitario y le dijo en voz baja a ella: “Yo vine a ver a los chavalos y esta mujer loca contestó mi teléfono, pero te juro que no tengo nada con ella, te llamo después”, y cortó la comunicación.

Después se volvieron a encontrar y él le dio las explicaciones de que no tenía nada con la supuesta ex mujer. Ella no le creyó y al final él terminó confesando que sí,  que vivía con las dos mujeres, pero que se quería separar de su mujer para hacer vida con ella.

La amante le perdonó aquella falla y hasta concertaron una reunión con la mujer. El  trío amoroso se reunió en la gasolinera  Esso de Rubenia. Ahí las dos mujeres se dijeron hasta de lo que iban a morir. Él intentó acabar con la discusión, pero no pudo y se llevó a su mujer, dejando a la amante en el  lugar de la cita.

Semanas después empezó una guerra de correos electrónicos. Ella le escribía a él reclamando por las mentiras y la preferencia a su mujer y no a ella, le cuestionaba el hecho de que un día estaba con ella y otro con la mujer, le recordaba lugares, fechas y los momentos de placer y hasta le recordaba el dinero que le había prestado.

Algunos correos llegaron a manos de la mujer de  Ernesto y ésta acusó en la Policía a Yalilah por supuestos lesiones psicológicos a ella, su madre  y a su hijo menor. También la acusó de amenazas de muerte contra Ernesto y su hijo.

El caso llegó hasta los juzgados y ella, la amante, fue encarcelada desde el pasado 20 de Octubre. Desde que ingresó a la cárcel ha intentado quitarse la vida en tres ocasiones. En la primera se cortó los pulsos después de quebrar la tapa de loza del inodoro; en la segunda intentó ahorcarse con un suéter y después suspendió la ingestión de alimentos.  Su cuadro psicológico está agravado.

La juez que llevó el caso, tipificó el asunto  dentro de la categoría de los delitos  de violencia intrafamiliar, una extrañeza en materia legal, porque éstos  (los delitos de violencia intrafamiliar)  se dan en el círculo familiar y la amante  no pertenece a este círculo.
La decisión de la judicial le permitió llevar  el juicio sin Jurado y ser ella, (como juez técnica) la que determinara la culpabilidad o inocencia de la acusada.
En la audiencia de juicio declaró a Moraga no culpable del delito de amenazas de muerte en perjuicio de Ernesto Orozco y de su menor hijo, pero la inculpó de por el delito de lesiones psicológicas en perjuicio de la mujer de su amante, Martha Bravo Berríos y de la madre de ésta María Luis Berríos. La juez tomó como prueba para declarar culpable a Moraga los correos electrónicos que ésta   envió insultando a su rival y a la madre de ésta.

Y para colmo la fiscalía, la entidad del Estado encargada de ejercer la acción penal o acusaciones contra los delincuentes, está solicitando ocho años de prisión contra ella.

Lo que más preocupa a su hija Brenda Fitoria Abdalla, de 23 años, es que su madre tiene grave trastorno depresivo con conducta suicida persistente y él médico del Instituto de Medicina Legal de la Corte Suprema de Justicia, determinó que ella no puede estar en régimen carcelario, sin embargo permanece detenida. Antes estuvo en la Estación V de Policía y ahora fue trasladada al centro penitenciario  de mujeres La Esperanza.

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