Soñando con el atardecer me transformo en mariposa…
Diana Benavides
Cuando el sol se oculta, los colores del atardecer se funden en el firmamento. Embelesada por el mágico y majestuoso suceso, entre la luz y la oscuridad, la noche me seduce con su encanto. Una luna brillante coronada con destellantes estrellas, se posesiona de mi vista. Y en un momento de quietud y silencio cierro mis ojos para presenciar la infinitud del universo.
Fijando un punto entre cielo y tierra me dispongo en mis sueños a volar; y de pronto me elevo a un exquisito viaje, en perfecta simetría, transformándome en mariposa. Para este momento mi recuerdo de la tierra parece ya tan lejano.
Como reflejos de luces blancas en medio de la oscura nada, contemplo las memorias de mi vida pasar y a mi alrededor las imponentes columnas del santuario sagrado donde yace mi ego en expiación; despertando la conciencia de mi Ser mayor en plenitud.
El universo entona la divina melodía del significado de la vida que guía a la mariposa a su ascensión; a donde el tiempo es irrelevante y es imposible recordar lo transcurrido de este trance. El velo se desliza, la incertidumbre desaparece, la complejidad desvanece y la simplicidad toma forma.
En el horizonte mi hogar aguarda; mas es tiempo de regresar a la ilusión de esta vida. El momento se ha ido; pero la experiencia de ser mariposa permanece en mi interior… ¡soy libre y una con la inmensidad!
En mi viaje descubrí que el solo vivir no es suficiente; y que el respirar no hace la vida. Para vivir es preciso despertar mientras se danza con la vida misma. Por ahora solo soy una oruga y a medida que realizo mi trabajo de oruga en la tierra me preparo para la vida eterna, ese prodigioso momento cuando mi piel adormecida no sienta más el calor del sol que se oculta y soñando con el atardecer me transforme en mariposa.
Este escrito es propiedad y derechos reservados de su autora, Diana Benavides.