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“Me, we”

Consuelo Mora.

Consuelo Mora.

* “La historia nos dice que la honestidad no siempre lleva al éxito empresarial. Los imperios y las grandes corporaciones no se han construido precisamente repartiendo flores o abrazos..”

Consuelo Mora
Veinti3

Si son tan odiosas u odiosos como yo, el tema de la responsabilidad social corporativa probablemente les ha sonado siempre a anuncio de cereal para niños de los 80: todas las vitaminas y los beneficios posibles ahí, encapsulados en azúcar con colorantes que no aumentan los riesgos de cáncer antes de los 40 años. Espectáculo con un centímetro de profundidad.

Las personas odiosas usualmente tenemos que buscar mucho para encontrar: últimamente me he interesado en encontrarle el lado macro a la verdadera responsabilidad social corporativa. No es culpa de la teoría que muchos de los ejemplos de RSC estén ejecutados sin ninguna profundidad, planificación o no estén seguidos por una buena reputación. No es culpa de los modelos realmente éticos y exitosos que en Centroamérica o Nicaragua, el modelo a seguir sea la “RSC” de gobiernos dueños de empresas o empresas dueñas de gobiernos que se lavan la cara con campañas para públicos que, según ellos, no exigirán cuentas.

Investigar sobre la faceta pura y honesta de la RSC me ha llevado a desempolvar las bases de la convivencia humana: considerar que el trabajo en equipo y el paso del tiempo hacen que, inevitablemente, estemos todos y todas en una sola conexión. En otras palabras, pensar que somos uno y lo que le hacemos al entorno o a los demás, nos lo hacemos a nosotros mismos.

“Me, we” tiene una base ancestral y hermosa: va mucho más allá que la creación de fundaciones para cubrir desastres ambientales, va más allá de lo que la audiencia puede comprar como extensión de nuestra identidad corporativa, tiene que ver con una armonía que debería permear todo lo que hacemos como entidad o colectivo. Tiene que ver con integridad, paz mental y, eventualmente, éxito.

La historia nos dice que la honestidad no siempre lleva al éxito empresarial. Los imperios y las grandes corporaciones no se han construido precisamente repartiendo flores o abrazos (para muestra, Dole que vende salud y envenenó conscientemente miles de personas en Latinoamérica con el pesticida Nemagón, Flor de Caña y los imperios de caña de azúcar que asesinan a sus trabajadores con insuficiencia renal crónica o Dove que vende belleza “real” mientras tortura animales a través de la experimentación). Mi intención con esta reflexión no es caer en utopías, sino empezar un 2014 con la mente clara, respetando los principios básicos de la responsabilidad social y comprendiendo que estos trascienden las campañas mediocres de comunicación que nos recetan todos los días.

La semana pasada un grupo de campesinos fue agredido y atacado a matar por la policía nacional en una protesta en la que demandaba una respuesta por parte de la empresa Flor de Caña sobre la epidemia de insuficiencia renal crónica de la que padecen una enorme cantidad de trabajadores. El grupo Pellas, dueño de la empresa antes mencionada, manifiesta que no existe relación alguna entre la epidemia y el trabajo realizado en las plantaciones de Caña de Azúcar.

La Organización Panamericana de la Salud lleva años señalando la relación entre agroquímicos y las altas temperaturas en las que se trabaja en dichas plantaciones. Basta con visitar Chinandega y León para presenciar al menos dos o tres funerales de personas jóvenes que murieron de IRC y empezaron a tener síntomas después de unos años de trabajar en plantaciones de caña. Habría que preguntar en estas zonas de Nicaragua si consideran que corporaciones como el Grupo Pellas o ingenio Pantaleón están respondiendo responsablemente ante esta situación. En vez, se publican campañas de RSC que dan más pena que risa y se enjuicia a los policías que dispararon a matar el sábado para dar una respuesta a la población sobre el tema, mientras la opinión pública en las zonas antes mencionada tacha a estas empresas de «asesinos». La situación se ha convertido en una olla de presión.

El éxito empresarial es más que una identidad corporativa de la cual todos los colaboradores, clientes, proveedores y allegados a una empresa se sientan orgullosos y orgullosas. El éxito es haber dejado el lugar donde crecimos mucho mejor que como lo encontramos, es haber construido y compartido. Puede ser que ese concepto de «éxito» no genere transacciones millonarias en nuestras cuentas todos los días, pero estoy segura que se duerme mejor, se vive mejor y se abre paso para que otras generaciones vivan mejor. ¿Hay algo más importante que eso como propósito de vida?

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