Volcanes: temible atractivo
Daniel Urbino (*)
Una figura inevitable del paisaje nicaragüense en la costa del Pacífico es el volcán. Hay más de 25 estructuras geológicas de este tipo y más de una decena de ellas aún se mantienen activas.
De norte a sur, toda la geografía está impregnada de estas colosales y temibles creaciones de la naturaleza.
No en balde Nicaragua se encuentra dentro de lo que se conoce como el cinturón del fuego del Pacífico, una zona que concentra la mayor actividad sísmica y volcánica del planeta y la cual comparte con muchos países de la región.
Los volcanes deben su nombre al dios romano Vulcano, deidad del fuego y forjador del hierro, y no son más que estructuras geológicas por las cuales emerge el magma o la roca fundida, así como gases del interior de la Tierra.
Cuando esto ocurre se genera lo que se conoce como erupciones.
La acumulación de todo ese material con el tiempo forma una estructura cónica en la superficie que pueden medir desde metros hasta kilómetros.
El San Cristóbal y otros demonios
En días recientes, el imponente volcán San Cristóbal, el más alto del país con mil 745 metros, registró una actividad superior a la normal y desde sus entrañas se elevaron columnas de humo a más de 200 metros de altura, lo que activó las alertas del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales.
A finales del 2012 el Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres debió evacuar a las familias que habitaban en tres kilómetros a la redonda por la fuerte emisión de gases y cenizas.
Por suerte, no llegó a más, pero este volcán, cuya forma cónica es perfecta y expulsa humo de manera constante por su enorme cráter, no deja de ser una amenazante belleza.
A solo una veintena de kilómetros de la ciudad de Managua y a cinco de Masaya, un parque nacional antecede al volcán Masaya.
Tras una sinuosa y por momentos empinada carretera de unos cinco kilómetros se llega hasta uno de sus cráteres, el cual también se mantiene expulsando cenizas de manera constante.
Aun bajo la alerta de no exponerse en extremo a los residuos del volcán para evitar daños a la salud, los visitantes fotografían las rocas y la cumbre, sin duda una de las maravillas que la naturaleza puso a solo 15 minutos de un asentamiento humano de más de dos millones de personas.
Sin embargo, las precauciones no sobran, pues esta montaña ha registrado mucha actividad a lo largo de su historia.
La última sucedió también en 2012, cuando el cráter Santiago eructó material incandescente y provocó incendios en una amplia área, lo que causó el cierre del Parque Nacional.
En un país donde los volcanes forman parte de la cotidianidad, la literatura no podía prescindir de ellos. El Momotombo, a orillas del lago Xolotlán, sirvió de inspiración a Rubén Darío: Oh Momotombo ronco y sonoro!/ Te amo porque a tu evocación vienen a mí otra vez,/ obedeciendo a un íntimo reclamo,/perfumes de mi infancia, brisas de mi niñez.
Este «gigante de fuego», como lo calificó Víctor Hugo en uno de sus poemas, no solo sirve a fines literarios, pues desde la década de los 80 se instaló un Planta Geotérmica que genera energía gracias al volcán.
La página web de la Empresa Nicaragüense de Electricidad (Enel) considera que gracias al apoyo que el gobierno sandinista brinda a proyectos de este tipo y al enorme potencial que dispone la nación, a mediano plazo el país podrá obtener mucho más beneficios con la generación geotérmica.
(*)El autor es corresponsal de Prensa Latina.