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¿Lo Cortez no quita lo Cabral?

Mientras el mundo hispano se declaraba justamente “impactado” por el asesinato de Facundo Cabral, un artista que al menos en Nicaragua suponíamos su amigo entrañable, se dio atracón hablando mal del difunto.

Aquí estamos claros de que la que muchos llaman “burguesía revolucionaria”, que se da el lujo de llorar en el día por los pobres y pagar 40 dólares en un palco por la noche para volver a llorar con las canciones de protesta de cantantes como Cabral o Joan Manuel Serrat, está “golpeada” por este brutal asesinato. De hecho todos lo estamos porque de una u otra manera este artista había influido en nuestras vidas.

Pero lo de Alberto Cortez, su coterráneo y con quien compartió escenarios durante muchos años, nos dejó helados. Escribió unas parrafadas en las que deja entrever que tenían “algunas” diferencias en su quehacer artístico.

“Nunca hizo nada revolucionario…”

«Facundo Cabral fue un personaje muy controvertido que se inventó a sí mismo después de haber inventado otros», fue lo primero que escribió Cortez para «El País». «Después surgió él mismo, con aspecto revolucionario de barba muy frondosa. En su vida, sin embargo, nunca hizo nada revolucionario, salvo canciones irónicas que pudieran tener algún valor en la canción protesta, pero no fue un protestón del establishment».

Juntos hicieron el espectáculo «Lo Cortez no quita lo Cabral», que duró 4 años en Latinoamérica. «Tuvimos el honor de que nos viniera a ver la madre del Rey… En Ciudad de México nos entregaron una placa conmemorativa de las 100 actuaciones».

Hubo una segunda parte «Cortezías y Cabralidades», que no tuvo el mismo éxito. «Se movió mucho dinero, pero nosotros fuimos los más perjudicados, casi no vimos nada… Decidimos separar nuestros caminos. El siguió cantando porque quería triunfar en Argentina, pero ahí siempre le iba mal. La última vez que le ví fue hace un par de años cuando vino a verme cantar en Mar del Plata».

Lo remata sin piedad

Y finaliza: «Tenía un don magnífico para relatar historias. De hecho, admiraba mucho a Borges y pensaba que su vida y sus vivencias estaban muy relacionadas con el escritor. Nada más lejos de la realidad».

¿Lo vieron? Nada diplomático Cortez. Quizás peque de demasiado sincero, a lo que no estamos acostumbrados en el mundo de doble moral que hemos cultivado, donde todos los muertos son buenos.

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