Que el amanecer deje de ser una tentación
Mauricio Silva
El Faro
En los primeros años después del triunfo sandinista en Nicaragua (1979) se veían pancartas con la frase del comandante Tomás Borge: “El amanecer dejó de ser una tentación”. El amanecer es el momento en que se pasa de la noche al día, de la oscuridad a la luz. Para Nicaragua se había completado un paso necesario, y ese logro implicaba que ya la tentación de la lucha no existía, se entraba en una nueva etapa, una etapa de construcción de una nueva sociedad, lo que hasta entonces no había sido posible por la dictadura de Somoza. Desgraciadamente para ese país la lucha continuó con resultados negativos para todos, con costos que todavía ahora Nicaragua está pagando. La oposición no aceptó un cambio necesario, los E.U.A. se involucraron en asuntos internos y los sandinistas radicalizaron posiciones.
El triunfo del FMLN en las urnas y el gobierno de Sánchez Cerén que ahora comienza presentan una oportunidad similar – aunque con importantes diferencias – para nuestro país; una oportunidad para construir un país diferente, un país más justo, más democrático, más sostenible; un país donde la persona humana sea la base del desarrollo, donde la reducción de la pobreza y el respeto a los derechos humanos básicos sean nuestras metas. Ello se puede lograr. También nos puede ir mal como le fue a Nicaragua en su primer intento.
La necesidad de ese cambio es obvia, se refleja en todos nuestros indicadores, una mayoría de población viviendo en pobreza, altos grados de violencia, muy poco respeto a los derechos del otro, derechos básicos que recién empiezan a ser accesibles para muchos como la libertad de expresión, derechos de la mujer, salud y educación básicas; un medio ambiente cada vez más débil y una economía que no logra despejar y muy dependiente.
Este momento de nuestra historia se presenta como una oportunidad porque las condiciones están dadas para que se dé un cambio. El FMLN es una fuerza política externa al círculo de poder que ha gobernado nuestro país por décadas; Sánchez Cerén es una persona que ha sido honrada, humilde, que ha dedicado su vida a luchar por un mejor El Salvador, ha demostrado – y puede ser – un buen líder; contrario a lo que le sucedió al FSLN en Nicaragua, el FMLN ha tenido oportunidad de aprender a gobernar y ejercer la administración pública en los gobiernos locales, la Asamblea Legislativa y en la administración de Funes; los programas sociales recién incorporados hacen explícitas las demandas y necesidades sociales, las finanzas públicas deben ahora cubrir también esos gastos; existe una crisis económica y financiera, aunque con perspectivas positivas en el mediano plazo.
Para que ese cambio se dé todos debemos aportar. El FMLN debe ser magnánimo en la victoria, gobernando para todos, reconociendo que es un país heterogéneo, con grandes necesidades y limitaciones, pero también con grandes potenciales. Lo que lleva a la necesidad de tener claras prioridades y principios básicos en los cuales no se puede ceder. Su lucha siempre ha sido por los pobres – por reducir la pobreza, por lograr el respeto a los derechos básicos, por menor dependencia política y económica, por representar y dar voz a los sin voz, esas deberían ser sus prioridades. Gobernar para todos significa ser transparente, conciliador, buscando consenso, pero también significa decidir, incluso imponer el cambio.
La oposición debe aceptar ese cambio, la votación lo reflejó como el deseo de una mayoría, pero también el fracaso de los modelos que hasta ahora se han impulsado lo hacen necesario. Un cambio que implica un nuevo balance de poder, una separación de poderes, una reducción de las inequidades – especialmente las económicas y de justicia; un respeto a la ley por todos y la igualdad ante la ley de todos los salvadoreños; de reconocer la deuda social y pagar por ella; de dialogar y aportar al desarrollo. El empresariado tiene mucho que ganar si se logra mayor estabilidad, si el país crece, pero para crecer y lograr estabilidad se debe crecer con mayor equidad. No es posible terminar con la violencia sin atacar la pobreza.
La Nicaragua de ahora logró entablar el diálogo, conciliar intereses comunes y le ha ido bastante mejor que en el primer gobierno sandinista, ha tenido un crecimiento económico superior al promedio de la región y ha controlado la violencia. Sin embargo, hay mucho camino todavía que recorrer en la lucha contra la pobreza, la igualdad ante la ley y la transparencia.
Si no dialogamos, si todos queremos mantener nuestros privilegios sin ceder nada, si no se ejerce un liderazgo claro y firme, si no nos unimos contra la violencia y la pobreza, El Salvador seguirá cambiando un poco para no cambiar nada. Solo si todos aportamos, si nos unimos a través del diálogo, podemos evitar lo que sucedió en Nicaragua hace unas tres décadas; solo si hacemos un cambio basado en la igualdad y la justicia para todos, lograremos que el amanecer deje de ser una tentación.