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El Salvador: la guerrilla al poder

Rubén Aguilar Valenzuela.

Rubén Aguilar Valenzuela.

Rubén Aguilar Valenzuela

San Salvador. El comandante Leonel, Salvador Sánchez Cerén (70), dirigente histórico de la guerrilla, asumió la presidencia de El Salvador el pasado primero de junio. En 1992, después de la firma de la paz entre el gobierno y la guerrilla, en el Castillo de Chapultepec, ésta se convirtió en partido.

El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se hizo por primera vez de la presidencia en el 2009 con el periodista Mauricio Funes (55). En esa ocasión, la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) fue derrotada después de ganar la presidencia en todas las elecciones posteriores a la firma de la paz.

Funes termina su mandato con gran aceptación, más de 70%, que logra con una serie de programas sociales (uniformes y zapatos para escolares, vaso de leche), que tienen gran aceptación en la población. Su gestión y el trabajo del FMLN permiten la llegada a la presidencia de un cuadro histórico. Antes, en el intento, fracasaron otros comandantes.

El presidente, en su primer mensaje al país, en tono conciliador, reconoció a los guerrilleros que perdieron la vida en la lucha, pero también a los soldados que cayeron en el cumplimiento de su deber. En su intervención, dejó en claro que será un presidente para todos, en un país que después de 12 años de guerra y 100,000 muertos, todavía no termina de reconciliarse.

Sánchez Cerén, que reconoció los problemas que vive el país, se comprometió a gobernar con honradez, austeridad, eficiencia y transparencia. Reiteró, una y otra vez, que sólo en la unidad pueden crecer. El sector empresarial y las fuerzas políticas, incluida Arena, recibieron bien su mensaje, en el que enfatizó la importancia que tiene para su país la relación con Estados Unidos, donde viven 2 millones de salvadoreños.

El triunfo del nuevo presidente fue por 6,000 votos, 0.22%, y está obligado a tomar en cuenta al otro 49.78% que no votó por él. El éxito de su gestión depende no sólo de ofrecer buenos resultados, sino también de la manera como se relacione con los sectores que decidieron no votar por el FMLN.

En los 80, participé en las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) Farabundo Martí, que tenía como responsable al comandante Leonel. En ocasiones trabajé de manera directa bajo su mando y participé en un colectivo de militancia coordinado por él. La toma de posesión fue una oportunidad para volver a encontrarme con viejos amigos de lucha.

Fue también ocasión para ver el interés que el secretario José Antonio Meade y la subsecretaria Vanessa Rubio tienen para que mejore la relación con Centroamérica. Espero sus esfuerzos fructifiquen. Desde la guerra mantengo una relación cercana y permanente con la región, en particular con El Salvador, y estoy convencido de que México, en la lógica de su propio interés, debe estar más presente en el área.

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