La Colombia que esconden
Como muy pocos reporteros y cineastas, Unai Aranzadi logra convertir al Pueblo Colombiano Invisible en primera sala bajo la luz pública. Pero no para ahí. También coloca en el banquillo de los responsables de los falsos positivos y el desplazamiento de una comunidad indígena a un coronel y a una empresa transnacional española, respectivamente. El documental “Colombia Invisible” es uno de las mejores producciones que se ha hecho sobre la realidad colombiana.
Unai Aranzadi, que todavía no ha cumplido 40 años ya tiene experiencia como pocos colegas de los conflictos sociales y armados en el mundo. De origen vasco, casado con una compatriota sueca viaja entre Bilbao, Estocolmo, Chechenia, Kurdistán, Palestina, África o Colombia, produciendo documentales frecuentemente para la Fundación Mundubat con sede en Bilbao.
Ha trabajado para varias de las agencias internacionales como CNN, pero pese a esos vínculos es un crítico despiadado al periodismo corporativo que en pocas palabras está al servicio de los halcones de la guerra en el mundo.
Con él nos encontramos de visita en Suecia en un hermoso parque de Estocolmo para intercambiar algunas opiniones sobre su más reciente producción, Colombia Invisible. El documental ha recibido últimamente varios premios en diferentes festivales del cine en el mundo y una mención especial en el Festival de Cine de Bogota, Colombia o el Premio del Festival de DD.HH. de Nariño, departamento del sur de Colombia.
– Son premios más interesantes y agradables, ya que es de la propia Colombia que da esos premios.
El festival de Bogotá es para un público de masas mientras en el departamento de Nariño es donde existe el conflicto social y armado permanentemente, agrega Unai.
– Las reacciones (en Colombia) han sido bastante positivas en general y algunas sorprendentes. Ha habido sectores de la sociedad con muy poca empatía ante la realidad que muestra la película. Pero ante la contundencia de las violaciones de los derechos humanos de los crímenes del Estado que mostramos en la película, reconocen que tiene un valor de denunciarlos.
Unas de esas secuencias que impacta al espectador es la joven familia indígena, que por la extrema pobreza se muere su bebé recién nacido, Heidi Membache, durante el reportaje o la producción de Colombia Invisible.
A solo unos 500 metros del lugar, se estrena el nuevo megapuerto de Buenaventura. El presidente Juan Manuel Santos es el anfitrión que recibe a la gerencia y dueños de la empresa transnacional española con las siguientes palabras:
– Hoy somos (Colombia) el primer país en Latinoamérica de protección inversionista. Por eso tenemos que seguir facilitando la vida a los empresarios e inversionistas, nacionales o extranjeros.
Las secuencias van y vienen entre el evento en el puerto y del entierro del bebé de los indígenas. Estos últimos ni siquiera tienen recursos económicos para contratar un taxi que pueda llevar el pequeño ataúd blanco a su último descanso en un barranco donde será enterrado, sino, les toca a tomar el bus público.
Por el otro lado, la cámara de Unai muestra la recepción en el puerto donde meseros y meseras sirven champaña, caviar y langosta encima de manteles blancos. Las mujeres se cuidan para que su piel blanca no se oscurezca. Todos están vestidos en tela blanca, como, dice Unai, “en la época colonial”.
Dos mundos y un conflicto social y armado
Es inevitable pero comienza a hervir en el pecho un odio de clase que es real en la Colombia Invisible. No se puede ver más clara la situación de los dos mundos en donde una oligarquía ha provocado el conflicto social y armado. En esas secuencias, de menos de un minuto, se entiende el por qué de aquel conflicto; la guerra del Poder Fáctico contra su propio pueblo que lleva ya más de un siglo en Colombia.
– Esa es Colombia, la gente pobre no tiene dinero para comprar la cajita cuando muere un hijo, o para comprar un lotecito de tierra en el cementerio, constata Unai, que lleva documentando el conflicto colombiano desde hace más de diez años.
Pero además, agrega, la muerte de los indígenas en Buenaventura es producto del desplazamiento como resultado de la construcción del megapuerto, una suerte que comparten con miles de compatriotas a costa de los saqueadores nacionales y extranjeros.
– A las 11 de la mañana me planto en el evento en el puerto y pude ver como todas las cámaras del mundo daban toda la atención a los empresarios y al presidente Santos, que decían que en Buenaventura se vive muy bien, que habrá millones para ayudar a los inversionistas extranjeros. Y a apenas 500 metros de ahí, no había ninguna cámara para documentar la realidad de esos indígenas desplazados.
– De todos esos empresarios (españoles) que había ahí, se destaca la familia Pérez Maura, que tiene muchas acciones en la empresa que opera ahí en Buenaventura. Se destaca la persona que fue citado por el propio Santos, Ramón Pérez Maura, que es o ha sido el adjunto director del diario español ABC (derecha) que hace análisis internacionales para este grupo mediático en España.
– Por lo tanto, tenemos personajes contando a la sociedad española qué sucede en Colombia, a la par que están haciendo negocio en Colombia. ¿No será casualidad que este señor ha sido hecho ciudadano colombiano por decreto presidencial hace unos años?
Cuenta Unai, que Ramón Pérez Maura también hace, o hacia parte, de la Asamblea de Reporteros Sin Fronteras (financiados por USAID u otros organismos ocultos de la CIA, nota D.E.).
– Un día antes de la inauguración del megapuerto en Buenaventura, hubo un plante de periodistas colombianos en Buenaventura porque les han matado 20 periodistas. Pero también porque las guardias del megaproyecto portuario han golpeado severamente a muchos periodistas que iban a informar.
Pero… ¿hubo algún gesto de solidaridad de ese señor Ramón Pérez Maura con sus colegas colombianos o algún comunicado de los Reporteros Sin Fronteras? Pues lo que me dijeron ¡que no! Y yo tampoco lo vi.
– Ésta es la gente que está contando al mundo quñé sucede en Colombia, gente que tiene intereses económicos de carácter privado para su lucro personal y a la vez otra faceta de periodista.
El periodismo como prostitución
Unai es un duro crítico a la corriente común del periodismo reflejado en los medios corporativos. Ha trabajado en varias agencias internacionales como por ejemplo CNN, entre otras. Dice que lo que se ve o se lee o se escucha en esos medios lo resume en una sola frase: “Se refleja lo que quieren que se refleje”.
– Incluso cuando se refleja esa agenda que ellos quieren que se refleje, se refleja el lado de ese conflicto que ellos quieren. Es que dentro del sistema capitalista en que vivimos, hay una forma de censurar muy sofisticada y a la vez muy efectiva; “te compramos, como en el caso de freelance (periodista por propia cuenta) un tipo de historia si nos interesa. Si no nos interesa esta realidad, este sufrimiento (…) no lo compramos”.
– Por lo tanto, al final viajan solo los periodistas que van a contar esas historias que le interesan al capital transnacional que se cuenten.
Reportajes del servicio capitalista
Entonces, ¿quién tiene los recursos económicos para viajar y cubrir los conflictos?
– La teoría del capitalismo nos dice que podemos viajar a cualquier lado, podemos contar cualquier historia. Pero quien pueda pagar por esas historias solo compra la historia que le interesa. No tenemos ese carburante para movernos por el mundo y denunciar que es el dinero. No creo que haya una verdadera libertad de expresión cuando solo se puede expresar en forma efectiva a aquellos que cuenta con dinero.