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El sueño de los revolucionarios

Miguel Necoechea.

Miguel Necoechea.

Miguel Necoechea(*)

Hace algunos días leí en la prensa mexicana un artículo de Sergio Ramírez titulado «El sueño americano al lado» (La Jornada 7/8/2014) en el que diserta sobre la emigración de los ciudadanos de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, a los Estados Unidos y a Costa Rica en el caso de los nicaragüenses, aduciendo que este fenómeno es por causas económicas, y, sobre todo, por la galopante violencia que campea en la zona.

Si bien la violencia va estrechamente ligada a las condiciones socio económicas en los países a los que se refiere Ramírez, esta es ejercida por delincuentes, pandillas e integrantes del crimen organizado, que van de la mano, sino es que son subordinados, casi empleados, de los corruptos policías locales, los que a su vez responden a las órdenes de los políticos y de las oligarquías que dominan esos países. El autor se pregunta el porqué en Nicaragua la violencia es «abismalmente más baja que la de Honduras, la más alta del mundo». Y el mismo se contesta: «Quizás aún vive en la memoria ciudadana el recuerdo de la guerra que asoló al país entre 1977 y 1990, primero para derrocar a la dictadura de Somoza, y luego el conflicto entre el gobierno sandinista y los contras, que dejó más de 50 mil muertos, y este recuerdo actúa a manera de revulsivo»… Sin duda eso es parte de la razón. Pero al autor se le olvida, a pesar de haber sido vicepresidente de la Republica durante los años de la revolución, que la diferencia fundamental entre Nicaragua y los tres países vecinos por él aludidos, es que al triunfo de la Revolución, el pueblo con el FSLN a la vanguardia, ( y él llegando desde Costa Rica a instalarse en la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional) desmanteló el dictatorial somocismo y desintegró a la Guardia Nacional, cuerpo que hacia las funciones de policía del dictador. Vale recordar que eso se logró a pesar de los esfuerzos del gobierno norteamericano por dejar impuesto un somozismo sin Somoza, después de la salida de éste del país. Entre otras muchas de las acciones del gobierno revolucionario, desde los primeros días de la Revolución se fundó la Policía Sandinista, hoy la Policía Nacional, con una vocación popular y revolucionaria. Debería recordar Ramírez que fueron los chavalos de los barrios, tanto de la capital como de los departamentos, sandinistas o no, que participaron en la insurrección popular que derrotó al tirano, los primeros integrantes de la Policía Sandinista. La Policía Sandinista nació con la Revolución, integrada por jóvenes emanados del pueblo, de ahí su vocación por defenderlo, de resguardar su seguridad, de proteger a los niños y a las mujeres, de ser ejemplo de honestidad en sus comunidades. En la moral y ética de esos nuevos policías, alimentadas por la ideología sandinista de la Revolución, no cabía la coima, de ahí que los delincuentes no encontraron en los policías ni socios, ni aliados, ni patrones. A pesar de los tres gobiernos neoliberales que sucedieron al del FSLN desde 1990, su origen popular, su ideología sandinista y un moral a prueba de balas, fueron un escudo, salvo en casos puntuales, para protegerlos de la corrupción rampante que conlleva el modelo neoliberal en todos los países en los que se ha asentado.

Esa es la razón principal por la que la violencia que asola a los países vecinos no ha prosperado en Nicaragua.

No puedo pasar por alto como califica el masatepino a la guerra de agresión de la década de los 80: «y luego el conflicto entre el gobierno sandinista y los contras, que dejó más de 50 mil muertos»… Ramírez califica a la guerra de agresión del gobierno estadounidense, definida como una Guerra de Baja Intensidad por el propio Ronald Reagan, presidente de ese país en esos años, como un conflicto entre los Contras y la revolución sandinista. No hubo tal conflicto entre dos facciones en pugna. Los Contras fueron dirigidos y financiados por la CIA y los halcones del Consejo de Seguridad Nacional del gobierno de Reagan. Para Sergio Ramírez, George Bush padre, (vicepresidente de EE UU en esa época) William Casey (jefe de la CIA en los ochenta) Oliver North (miembro del Consejo de Seguridad Nacional y encargado de las operaciones de los Contras. Ver Irán- Contra) fueron personajes de una ficción que el tiempo y la historia ( la suya) han desvanecido. Los 50 mil muertos que alude no se hubieran dado de no haber sido por la participación directa de la potencia imperial en su obsesión por derrocar al gobierno sandinista. Me resulta difícil entender que un hombre inteligente como Sergio Ramírez borre de un maquinazo (hoy sería de un «tecladazo») la historia, sobre todo ¡habiendo sido parte de ella en una posición privilegiada!

En su escrito está subyacente su afán por descalificar a como de lugar al gobierno sandinista actual, y sobre todo al Presidente Daniel Ortega. Según he estudiado la migración de nicaragüenses a Costa Rica es tan vieja como la de los mexicanos a Estados Unidos. Los que se van lo hacen y lo han hecho a lo largo de la historia, porque son perseguidos (por sus ideas, por su raza, por su religión), porque no tienen trabajo, por huir de una guerra, hasta por estar enamorados, esa es la constante. El otro lado de la emigración es que esta a contribuido de manera notable a la cultura universal. Lo que se lleva de su país un inmigrante, por la razón que sea, va a contribuir a la diversidad del pensamiento y dela cultura, por pequeña que sea esa influencia, en el país dónde se afinque. Las fronteras políticas de los países son eso: fronteras políticas, impuestas, muchas veces por la fuerza, por la decisión de los hombres, pero el ser humano es universal, su intelecto e imaginación no tienen fronteras.

Cada vez que voy a Nicaragua, mi primera patria política, camino por las calles con mucha alegría porque me siento seguro, confiado en que la Policía Nacional vela por mi seguridad. Sigue vigente el lema que creará el Comandante Tomás Borge para la policía: «Centinela de la alegría del pueblo», incluida hasta la del novelista Sergio Ramírez.

(*)Nota del editor: Miguel Necoechea es un cineasta mexicano que laboró durante los años 80 en el Ministerio del Interior como Jefe de Audiovisuales y de Relaciones Públicas e Internacionales.

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