Glosario de osos
María Isabel Rueda
El Tiempo
Lo que pasó esta semana con las declaraciones del Ministro de Defensa y la noticia de que inteligencia militar “descubrió” que ‘Timochenko’ viajaba a Cuba y a Nicaragua es la primera gran crisis de un doble discurso que cada vez se hace más difícil de sostener.
A ver. No es que la presencia del jefe máximo de las Farc en La Habana sorprenda mucho. Es hasta lógica, mirada con realismo. Lo que no sabemos es si se trata de una buena señal, en el sentido de que todo está tan avanzado que ya el jefe está avalando personalmente los acuerdos, o de la mala señal de que hasta entre los cabecillas de las Farc hay desacuerdos que ‘Timochenko’ trata de limar, porque no todos piensan igual sobre la línea de negociación trazada.
Pero ¿qué parte de este Gobierno está informada de lo que pasa en La Habana? Por lo menos, el que debería estar más informado, que es el Ministro de Defensa, porque tiene a su servicio la inteligencia del Ejército, la Policía y hasta de ‘Andrómeda’, parece el más desinformado.
A Pinzón y a sus generales los mantienen bajo el imperativo de buscar al gran jefe, ‘Timochenko’. No sabemos cuál será la orden si lo encuentran. Pero, por lo que nos venimos a enterar, el Gobierno avala sus desplazamientos por el Caribe, y no solo a La Habana, sino, algo más grave, a Nicaragua, con la que Colombia se disputa una parte importante de su mar Caribe y su plataforma continental.
Sobre ‘Timochenko’ se mantienen una orden de captura en Colombia y una circular roja en Interpol, que le impiden salir de su escondite. Si el Gobierno quiere autorizar su desplazamiento, debe acudir a las facultades de la Ley 418, que permite legalmente suspender las órdenes judiciales vigentes contra los negociadores de un proceso de paz. De lo contrario, no debería estar avalando los desplazamientos de ‘Timochenko’, así no se originen desde Colombia, donde hace rato no vive.
A estas alturas, ¿qué diferencia habría entonces con el estatus de María del Pilar Hurtado, Luis Carlos Restrepo y Andrés Felipe Arias, que huyen de sus órdenes de captura vigentes y a quienes el Gobierno está empeñado en que deporten o extraditen de regreso al país, mientras ‘Timochenko’, con la misma orden de captura, circula más o menos a donde se le da la gana, seguramente con pasaporte falso, pero con permiso del Gobierno?
A esta contradicción se suma que así como viaja, así se devuelve. ¿En qué tipo de avión? ¿En uno que lo bota en paracaídas sobre las selvas venezolanas donde se esconde, o en uno que aterriza cómodamente en el aeropuerto de Caracas?
Y mientras el Presidente ordena que se siga combatiendo a la guerrilla en todos los lugares del país, también acepta avalar, por petición de unos países garantes del proceso, el desplazamiento del jefe máximo de esos guerrilleros, sobre el cual existe suficiente evidencia de que se esconde en Venezuela. Si el Gobierno no quería causarle incomodidades a Maduro, ya eso, ante la evidencia, fracasó.
Pero estamos muy avanzados como para que estas contradicciones fulminen el proceso de paz. Creo que, salvo un puñadito de gente, todos los colombianos añoramos y miramos optimistas el proceso, aunque haya matices, como el de si es con justicia o sin justicia. Pero el episodio sí revela un complejo limbo jurídico y político que le crea al Presidente una crisis de credibilidad, de congruencia, y una contradicción imposible de sostener porque amenaza con romper la unidad del Gobierno.
Si no se aceleran las conversaciones, la dicotomía de un Ejecutivo que al tiempo tiene el deber de hacer la guerra como de hacer la paz se agudizará. Simplemente, no podemos alimentar este glosario de osos, como el de mantener ocupada a la inteligencia militar en ubicar a un delincuente que, por lo menos, una parte del Gobierno sabe perfectamente dónde está y que ya sacó su tarjeta de millas de viajero frecuente.
Entre tanto… No puedo creer que, en un gesto de máximo apetito burocrático, el Partido Liberal vaya tras el cargo de Superintendente de Salud.