En nombre del amor: Amando a una Princesa Judía
Diana Benavides
Es la historia de amor jamás antes compartida, grabada sobre el lienzo de un solitario corazón que perdura a lo largo del tiempo, desde siempre, por siempre y más allá de la eternidad.
En medio de un valle de flores y verdes praderas, danza sin cesar la musa que florece y se transforma en una bella doncella. Ante lo que parece ser la visión de una majestuosa obra de arte creada por la misma madre naturaleza, sus miradas se reencuentran por vez primera en esta vida y en este tiempo, para juntos nuevamente danzar la melodía de dos corazones que laten como un solo corazón.
El eco de sus risas y sonrisas resuena por el amplio cielo, mientras anhelan transcender sus segregados mundos con el poder de su amor. Para el mundo solo son un joven alemán y una joven judía con ímpetus de desafiarlo todo, hasta el mismo mundo -para ellos dos, su amor es su mundo-, aunque el mundo se empeñe en hacer de su amor, una imposible historia de amor.
En el sublime momento en el que sus labios sutilmente se entrelazan, renovando los votos de su gran amor, abruptamente, como ráfaga de viento en un inclemente invierno, de los brazos de su amado arrebatada fue. Mientras sus cuerpos se resistían a separarse y se aferraban el uno al otro, con escasas fuerzas le entregó a su amado la cadena con el pendiente de la Estrella de David que desde su nacimiento lleva consigo.
En el silencio de la distancia, sus corazones danzan como una sola alma al compás de la melodía de su amor, cuando milagrosamente, un buen día, le supieron dar noticias del paradero de su amado. Sí, su amado había enlistado al servicio de la resistencia de una extranjera nación, para devolverle a los judíos de dichas tierras lo que por derecho les pertenecía. Mientras muchos le negaban al pueblo de su amada el derecho de vivir… él, por su amada y por su pueblo, la vida dio.
En el campo de batalla, mientras el cuerpo de su amado caía ya sin fuerzas, se sostuvo de la cadena con el pendiente de la Estrella de David que consigo llevaba, y en lo que una luz desde lo alto se posaba sobre su frágil cuerpo, relatan los testigos de esta escena, en su ultimo aliento de vida su amado susurró “te amo desde siempre, por siempre y más allá de la eternidad, mi Princesa Judía”.
En cada estación, con el paso del tiempo, la memoria de su amado le recuerda que su vida debe continuar, pues para siempre su amor será. A pesar de todo, el mundo puede ser un mejor lugar por el legado de valentía, sacrificio y esperanza en nombre del amor.
Este escrito es propiedad y derechos reservados de su autora, Diana Benavides.