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Nizar Kabbani, poeta árabe que “bebió” de Rubén Darío

Nizar Kabbani, poeta sirio.

Nizar Kabbani, poeta sirio.

Miguel Fernández Martínez *

Damasco.-. Los versos contundentes del poeta Nizar Qabbani retumban aún en las calles de Damasco, su ciudad natal, que lo recuerda hoy como el poeta árabe más popular del siglo XX, en el aniversario 17 de su muerte.

Con una prolífica carrera literaria y más de treinta libros publicados, Qabbani fue un eterno cantor al amor y uno de los más célebres autores de la poesía árabe contemporánea.

Nacido el 21 de marzo de 1923 en Damasco, Qabbani bebió de los grandes bardos de Occidente, entre ellos el nicaragüense Rubén Darío y el español Gustavo Adolfo Bécquer, y de los míticos maestros árabes, convirtiéndose en uno de los máximos exponentes de la corriente del verso libre en los años cincuenta del siglo pasado.

Con su obra, contribuyó de forma brillante a la renovación de la poesía árabe, por su lírica trovadoresca, popular, de vocabulario sencillo, basada en el ritmo musical y en el valor de la palabra, que le ganó el título del poeta «de las mujeres y el amor».

También dedicó parte de su obra al pueblo y sus realidades, a las necesidades y carencias del diario vivir, al dolor de los pobres y el miedo del perseguido, y según sus críticos, escribía de una manera que se acercaba constantemente a las calles, a los barrios, usando imágenes cercanas a los sentimientos más populares.

Graduado en Derecho, Qabbani hizo una larga carrera diplomática que lo llevó a Egipto, Reino Unido, Francia, Turquía, China, Líbano y España.

Se inició en el mundo literario en 1944, con solo 21 años, con el poemario Me dijo la morena (1944), que consiguió un notable éxito, pero no fue hasta 1966 que llegó la consagración de su universo poético, planteando una nueva concepción del hombre árabe para quien la vieja lengua y los viejos esquemas se revelaban insuficientes.

Su enfrentamiento con los sectores más reaccionarios del mundo árabe le costó la censura de sus libros, pero Qabbani siguió fiel a su compromiso con la poesía, el amor y los hombres.

Murió en Londres, el 30 de abril de 1998, a los 75 años de edad, dejando un legado poético que hoy es parte de la vasta cultura siria, que acoge sus restos y su memoria.

«Quiero que mi cuerpo sea llevado, después de mi muerte, a Damasco para ser enterrado allí con mi pueblo -decía su testamento- Damasco es el vientre que me enseñó la poesía, la creatividad y el alfabeto de Jazmín. Quiero volver a casa como retornan las aves casa y como los niños vuelven al seno de su madre».

* Prensa Latina.

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