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Raúl Castro, el Papa y los Jesuitas

Rubén Aguilar Valenzuela.

Rubén Aguilar Valenzuela.

Rubén Aguilar Valenzuela

La declaración de Raúl Castro respecto a que lee todos los discursos del Papa y que si continúa hablando así, volverá a rezar, revela dos cosas: un real respeto y admiración por el Papa, uno de sus contemporáneos, y da cuenta de que el gobierno de Cuba será más abierto con la gente de fe que vive en la Isla.

En la reciente visita de Raúl Castro al Papa Francisco, dijo que él también era “jesuita como el Papa” haciendo referencia a los años que él y su hermano Fidel estudiaron con los jesuitas, primero en el Colegio de Dolores en Santiago de Cuba y luego en el Colegio de Belén en La Habana.

Fidel estuvo de 1937 a 1942, parte de la primaria y la secundaria, en el Colegio de Dolores e hizo la preparatoria de 1942 a 1945 en el Colegio Belén. Raúl estuvo en el primero de 1939 a 1945 y en el segundo de 1945 a 1947. En 1961, la Revolución ordenó el cierre de estos colegios y la expulsión de los jesuitas de Cuba.

El estudiar nueve años con los jesuitas, como los hermanos Castro, algo deja, por lo menos conocer bien a éstos, su manera de ser y sus métodos de enseñanza. En esos nueve años los hermanos Castro recibieron clases de religión de algunos de los maestrillos o padres jesuitas.

Entre los alumnos de los colegios de los jesuitas, de todo el mundo, es común oír que esos años los marcaron, para siempre y agradecen la formación intelectual y espiritual que recibieron. De ella se sienten orgullosos. ¿Cuál será la opinión de los hermanos Castro?

La reacción de Castro ante el Papa, diciendo que él también es jesuita, revela algo. ¿Nostalgia de esos años? ¿Una real valoración de esa formación? ¿Un reconocimiento a los jesuitas? ¿Es sólo una forma de cortesía?

La reacción del Papa y de Castro revela que entre los dos hubo buena relación. Castro es seis años más grande que el Papa. Es el encuentro de dos personas que ya están más allá de muchas cosas y que viven los últimos años de sus vidas.

Las declaraciones de Castro trascienden las buenas formas diplomáticas y dan cuenta de una real simpatía por el Papa. Él no estaba obligado a decir que estaba “muy impresionado por la sabiduría, la modestia y todas las virtudes” del obispo de Roma.

Su declaración “yo me leo todos los discursos del Papa. Si continúa hablando así, les aseguro que volveré a rezar y regresaré a la Iglesia. Y no lo digo en broma”, revela dos cosas: un real respeto y admiración por el Papa, uno de sus contemporáneos, y da cuenta de que el gobierno de Cuba será más abierto con la gente de fe que vive en la Isla.

Este encuentro y las declaraciones de ambos, sobre todo de Castro, crean un ambiente para pensar que la visita del Papa a Cuba, el próximo septiembre, tendrá muchas y positivas sorpresas para los cubanos, pero también para la comunidad internacional. Ya lo veremos.

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