El Velo
Diana Benavides
En el intento de obtener lo que parece ser casi imposible, un mundo perfecto, el hombre, como especie, debe abstenerse de todo extremo; todo extremo denota error y peligro. En las palabras de Cecil: la verdad yace entre dos extremos. Por lo que aspirar a vivir en justicia, es procurar el balance, dentro del reino de luz y bien, cuyo modus operandi es la percepción universal del hombre que intenta definir lo que consciente e inconscientemente se entiende y se siente por luz y bien.
Es la naturaleza del hombre temer lo que no logra comprender, creando así, una visión distorsionada de ideas y conceptos donde toda opinión extrema carece de verdad y sentido de justicia, pues dichos atributos, de forma absoluta, solo le pertenecen al Creador.
En un mundo dominado por hombres, donde la mujer es víctima de abuso y opresión, independientemente de sus creencias espirituales o religiosas, es preciso separar los credos que ennoblecen y dignifican a la mujer según su fe, de prácticas, tradiciones y normas de conducta radicales instituidas por el hombre mismo para satisfacer sus necesidades egoístas.
En el Oeste, el velo que cubre el cabello de la mujer, ha retomado un sinnúmero de significados, para muchos, símbolo de discrepancia y confusión. Ya que a pesar de que el velo sobre el cabello es una práctica usada con carácter espiritual en las diferentes religiones y disciplinas de vida en el mundo a través de los tiempos, grupos radicales utilizan dicha práctica para negarle a la mujer su derecho a desarrollarse como parte integral de una sociedad-mundo, cuyo propósito es evolucionar para la gloria del Creador, tierra y humanidad misma.
Estas prácticas, anteriormente mencionadas, carecen de justificación doctrinal como esencia religiosa o disciplina espiritual de vida alguna, por el contrario, son el reflejo de conceptos, tradiciones, mitos y prácticas culturales que procuran prevenir la liberación del hombre de si mismo y de ascender a su Ser mayor, como humanidad.
El aspirar a vivir en justicia es reconocer que la verdad absoluta no nos pertenece en su totalidad, o que la misma puede ser interpretada y vivida parcialmente por el hombre, ya que todos somos inteligencias espirituales viviendo una experiencia humana, capaces de crear nuestra propia realidad, cuyo único propósito existencial es el de alinearse colectivamente, donde el nosotros es mas inteligente que el individuo por sí solo, y así, como parte integrada de un diseño de conciencia más allá de lo que el hombre puede percibir y comprender, transcender los extremos y radicalismo que atan y destruyen.
El eco de las palabras de Gibran: la belleza no está en el rostro de la mujer, más en la luz de su corazón… belleza que se acentúa, a medida que se desliza por su rostro, el velo…
Este escrito es propiedad y derechos reservados de su autora, Diana Benavides.