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El inmenso barco hospital que les devuelve la sonrisa a los niños

barco hospitalAriel Cukierkorn

Médico, cirujano plástico, argentino. ¿Qué hace Diego Steinberg en el atardecer de Puerto Cabezas, Nicaragua, a bordo de un helicóptero de la Marina de Estados Unidos? El salvavidas le aprieta el cuerpo, las antiparras se le empañan y los auriculares sólo le permiten escuchar su propia respiración. De entre la niebla del océano Atlántico emerge de pronto una enorme ballena blanca con cruces rojas, el USNS Comfort. El bólido pisa cubierta, las hélices no dejan de girar y Steinberg se dispone a participar de una de las experiencias más intensas y gratificantes de su carrera, esos episodios en que la medicina y la ciencia transforman la vida a quienes más lo necesitan.

Se trata de su sexto trabajo voluntario para Operation Smile, una fundación con sede en Virginia Beach, Estados Unidos, que presta cirugías gratuitas a niños con malformaciones congénitas de labio leporino y paladar hendido. Después de haber formado parte en tres misiones en México, una en Honduras y otra en China, que esta vez el escenario sea el barco hospital más grande del mundo la convierte en un capítulo especial. Niños de distintas regiones de Nicaragua, que en muchos casos apenas si tienen para cubrir las necesidades básicas, son operados por cirujanos de primer nivel mundial, en instalaciones que sólo se ven en las películas. El resultado inmediato: una sonrisa sin pudores y un futuro más saludable.

El trayecto hasta Puerto Cabezas no es un viaje de placer. Previa escala en Miami, Steinberg aterriza en el aeropuerto Sandino, de Managua. Allí aborda una avioneta Cessna Caravan de la aerolínea Costeña, con capacidad para 12 personas, pero no para su valija. Por una hora y media se sienta detrás del piloto, quien no disimula los ronquidos en algunos lapsos del vuelo que bordea el litoral de Nicaragua rumbo norte.

Puerto Cabezas remite a la película La Costa Mosquito, en la que Harrison Ford traslada a su familia a Honduras, en busca de una vida utópica fuera de la civilización. De población en gran mayoría indígena, en este paraje de Nicaragua la economía en base a la pesca y la actividad forestal sólo alcanza para la subsistencia, los habitantes viven en condiciones precarias y hablan en la lengua miskitu, de nula similitud con el castellano.

No por casualidad Operation Smile eligió este punto como una de sus paradas para esta misión. La fisura labio alvéolo palatina en los niños, uno de los campos en los que Steinberg trabaja durante su agenda habitual en el Hospital Austral de la Argentina, se explica entre otras razones por los grupos étnicos. Entre poblaciones indígenas americanas y asiáticas, hay 1 caso entre 500, mientras que entre los caucásicos la proporción se reduce a 1 entre 750. Esa malformación física deriva en problemas estéticos y funcionales, que afectan la alimentación y la comunicación. Para esta misión en el barco se toman 70 casos primarios.

Sin importar el origen o la condición socioeconómica, el USNS Comfort genera asombro en quien lo tenga enfrente. Concebido en 1975 como un barco petrolero, sus 272 metros de longitud (eslora) y 32 metros de altura albergan ahora 12 quirófanos, 80 salas de terapia intensiva, 1000 camas de internación común, equipos de rayos x y tomografía computada de última generación, entre otras prestaciones.

Junto al Mercy, su buque gemelo que opera en las costas del Pacífico, el Comfort cubre parte de los objetivos humanitarios del Comando Sur de la Marina de Estados Unidos. Los 38 voluntarios de la Operation Smile, profesionales de Estados Unidos, Italia, Inglaterra, Suecia, Australia y Canadá, se adaptan por una semana a la dinámica de este micromundo permanente de 1.000 tripulantes.

Como en todo escenario militar, los horarios son estrictos. De 5 a 7, desayuno. De 10 a 13, almuerzo. De 16 a 19, cena. De 23 a 24, una comida “refuerzo”. Steinberg no tarda en encontrar un cómplice italiano, Domenico Scopelliti, para alterar un poco las reglas. “¿A quién se le ocurre cenar a las 4 de la tarde?”, se preguntan, mientras despliegan con disimulo una horma de queso parmesano que se erige como la perla culinaria de la travesía.

A las 5.45 suena el despertador para los médicos y, luego de un típico desayuno americano, el deber llama. El equipo se junta en la Holding Area y el coordinador clínico reparte los casos. Para cualquier cirujano, la tijera y el bisturí son como la extensión de sus dedos. Por una vez, Steinberg no necesita transportar más que sus lupas, el frontoluz y sus pañuelos de Buzz Lightyear y El Hombre Araña, para cubrirse la cabeza con una empatía inmediata con los chicos. El instrumental que aporta Operation Smile está a tono con los cirujanos que participan de las misiones: un lujo.

Más allá del prestigio de cada médico, los egos no suben al barco. Durante cada jornada se genera un espíritu único de acción y colaboración. Como la mayoría de los cirujanos argentinos, Steinberg está acostumbrado a un ritmo exigente, pero la energía de Operation Smile le permite completar, en una sola jornada, cinco intervenciones de labio, paladar y nariz. Tampoco forman parte de su rutina laboral en nuestro país la posibilidad de compartir experiencias directas con colegas como el inglés Norman Waterhouse y el italiano Roberto Brusati.

Los chicos nicaragüenses perciben la buena sintonía. “¡Qué divertido el viaje en el helicóptero! Cuando sea grande quiero ser doctora, como tú”, dice Naria G.R., de 7 años, proveniente de un pueblito a tres horas de Puerto Cabezas. Steinberg pone manos a la obra para solucionarle su labio hendido unilateral primario. Las alegrías duran poco, hasta el próximo paciente.

Pero el plan de descanso no es para desdeñar: reciben la brisa caliente del Caribe y el cielo más estrellado del planeta.

Un marine estadounidense patrulla la cubierta. De unos 25 años, aspecto de modelo publicitario, estudia el horizonte con los binoculares. “Hmmm, esa luz allí lejos no me gusta nada. Tendré que avisarle al capitán”, dice, con la seriedad de quien ensaya para una próxima vigilia en Afganistán u otra zona de conflicto.

El doctor Waterhouse rompe el mínimo momento de tensión con historias cotidianas de su vida en Londres y con intimidades del extinguido romance de su hija Suki, modelo, con el actor Bradley Cooper. La charla se extiende hasta que los cuerpos ya están listos para el descanso. A los cirujanos no los espera una habitación privada con televisor, sino una cama sencilla en una cucheta triple. Suficiente para caer rendidos hasta la mañana siguiente y otro día a puro trabajo en el quirófano.

La tarea de Steinberg en el USNS Comfort se cierra cinco días después, con la cirugía de Abner O. En total, 17 chicos, que entraron como pacientes con malformaciones faciales y vuelven a su casa con la seguridad de que podrán afrontar la vida con menos trabas, aunque con un camino de esfuerzo por delante. Tras la cirugía y, en la medida de sus posibilidades, siguen con la supervisión permanente de fonoaudiólogos, odontólogos, pediatras y otorrinolaringólogos.

Ya de vuelta en tierra en Puerto Cabezas, los médicos tienen el tiempo y el espacio para conocer más de cerca a los chicos y sus familias. Steinberg comparte un rato con Jaimito Henríquez Martínez y su padre, quien, más allá de agradecerle, quiere hablar del tópico universal cuando se tiene a un argentino enfrente: Lionel Messi.

El barco hospital zarpa hacia nuevos rumbos, objetivos estratégicos en Panamá, Barbados y Guantánamo. Con la ilusión de que la Argentina se sume a los otros 70 países cubiertos por Operation Smile, Steinberg proyecta cuál será su próxima misión.

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