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Drama de nica se reedita en miles de hondureños

vendedoresTegucigalpa.– Pocas veces los medios de prensa hondureños, acostumbrados a develar el dolor de la violencia, han transmitido una escena tan conmovedora como la de un hombre de origen nicaragüense que lloraba desconsolado la pérdida de su hijo de 10 años, asesinado y ultrajado sexualmente en Tegucigalpa.

Raúl Alonso Pérez relató el drama más cruento que ha marcado su vida al perder a su hijo Gabriel Antonio, cuyo cuerpo se encontró en circunstancias deplorables a la orilla del río Choluteca. Honduras es uno de los países más violentos del mundo.

Gabriel Antonio era un niño especial, tenía 10 años y su padre, un vendedor de alcitrones, adquiría estos dulces artesanales en la central ciudad hondureña de Siguatepeque para comercializarlos en Tegucigalpa. Lo llevaba consigo porque su condición especial lo ameritaba. Luego de obtener algún dinero de las ventas, padre e hijo retornaban a Masaya, en Nicaragua.

Este hombre, ahora está de regreso en su país, sin su hijo y con la vida rota. Desmenuzando la historia cuenta como su niño se distrajo viendo las estatuas vivas en el paseo Liquidámbar de Tegucigalpa, mientras él comercializaba los alcitrones. Pero el pequeño no regreso más y la noche se hizo eterna en su búsqueda. La mañana siguiente fue demoledora. La policía confirmó el macabro hallazgo y el nicaragüense pareció romperse en llanto.

Al igual que Raúl Alonso Pérez, un trabajador que reiteradamente visita Tegucigalpa, una ciudad donde se acoge en una humilde posada mientras vende sus productos, son muchos los centroamericanos que llegan temporalmente en un flujo migratorio que les abre una hendidura para alcanzar condiciones que les permitan sobrevivir.

Pero como ocurre a miles de migrantes en el mundo, muchas veces ellos en su deseo de vivir mejor encuentran a su paso la muerte y otras desgracias.

Solo en 2015, cinco mil 400 migrantes murieron o desaparecieron durante sus travesías. Se estima que el dato será superior en 2016.

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Por Honduras, un país, enclavado en el corazón del continente, pasan diariamente cientos de migrantes de diferentes países del orbe: africanos sudamericanos, asiáticos, cubanos y otros.

Pero el incrementado flujo migratorio ha acentuado en los últimos meses denuncias de malos tratos por parte de personas particulares que se aprovechan de ellos, y les estafan robándoles los pocos dólares u otras monedas que traen para poder realizar su travesía.

Igual ocurre con inmigrantes que llegan de los países vecinos de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, quienes especialmente en la temporada de Navidad y fin de año, aprovechan para afincarse temporalmente en los centros poblacionales hondureños y vender artesanías y productos que les permitan generar ingresos.

Estos inmigrantes mayoritariamente son obstruidos por sus colegas hondureños que les ven como una amenaza y competencia para sus pequeños negocios, tal y como ya lo han manifestado líderes de los bloques de vendedores de los mercados de Tegucigalpa y Comayagüela, quienes piden que no se les permita operar en espacios privilegiados para instalar sus ventas.

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