Rubén Darío conversa sobre “Los Raros”
Carlos Alberto Cerda | Diario La Hora
* Sobre José Martí: “Sus cartas fueron sencillamente un libro. En aquellas correspondencias hablaba de los peligros del yankee, de los ojos cuidadosos que debía tener la América Latina respecto a la Hermana mayor; y del fondo de aquella frase que una boca argentina opuso a la frase de Monroe (…) Su cultura era proverbial, su honra intacta y cristalina; quien se acercó a él se retiró queriéndole”.
Rubén Darío desciende del mundo de los bardos consagrados y se sienta en la mesa del lector de hoy para compartir sus impresiones más íntimas acerca de algunos escritores que supieron dejar huella en el mundo solitario de la literatura; también comparte su visión sobre otros temas, como ciudades, países y monumentos.
El lector actual, inmediatamente, comprenderá que las palabras de Darío en este libro tienen la virtud de ser cercanas, dulces, agudas, valientes, descarnadas y vigentes.
Un gran escritor conversando acerca de otros escritores y del mundo, de eso se trata “Los raros”, de un tú a tú, con el lector del nuevo siglo, como la cita clandestina en un café discreto, con una compañía prohibida, para compartir mensajes que solo pueden sobrevivir entre líneas y que son atemporales.
El nicaragüense regala muchas confidencias propias y ajenas, con la gallardía de un miembro de la realeza, para el bien de la historia de las letras y de la buena memoria de los excelsos creadores.
Por mi condición de escritor nicaragüense-guatemalteco, no quiero entorpecer las líneas de Darío introduciendo palabras inútiles (al menos lo intentaré), por eso me ocuparé de pellizcar la curiosidad del lector planteando algunos fragmentos de “Los raros”, esos que me hicieron duplicar la dosis de pinolillo y aumentar el volumen de “Amores de Abraham” exquisita pieza de José de la Cruz Mena. Sé que mis paisanos centroamericanos agradecerán mi silencio.
El cisne desdichado: Edgar Allan Poe
“Era un sublime apasionado, un nervioso, uno de esos divinos semilocos necesarios para el progreso humano, lamentables cristos del arte, que por amor al eterno ideal tienen su calle de la amargura, sus espinas y su cruz. Nació con la adorable llama de la poesía, y ella le alimentaba al propio tiempo que era su martirio”.
El cubano era “un hombre”: José Martí
“Sus cartas fueron sencillamente un libro. En aquellas correspondencias hablaba de los peligros del yankee, de los ojos cuidadosos que debía tener la América Latina respecto a la Hermana mayor; y del fondo de aquella frase que una boca argentina opuso a la frase de Monroe (…) Su cultura era proverbial, su honra intacta y cristalina; quien se acercó a él se retiró queriéndole”.
Mientras se escriben estas líneas, la portada de Time ilustra el rostro de Donald Trump y lo acompaña con los siguientes subtítulos: “bully”, “showman”, “party crasber”, “demagogue” y “the 45th President of the United States”.
El lírico Sócrates de un tiempo imposible: Paul Verlaine
“Decíase que padecía de pesadillas espantosas y visiones en las cuales los recuerdos de la leyenda oscura y misteriosa de su vida, se complicaban con la tristeza y el terror alcohólicos (…) Raras veces ha mordido cerebro humano con más furia y ponzoña la serpiente del Sexo. Su cuerpo era la lira del pecado. Era un eterno prisionero del deseo (…) De la obra de Verlaine, ¿qué decir? Él ha sido el más grande de los poetas de este siglo”.
¡Pobre Augusto de Armas!
“Delicado como una mujer, sensitivo, iluso, vivía la vida parisiense de la lucha diaria, viendo a cada paso el miraje de la victoria y no abandonando nunca de la bondadosa esperanza. Entre los grandes maestros, encontró consejos, cariño, amistad (…) Augusto de Armas representaba una de las grandes manifestaciones de la unidad y de la fuerza del alma latina”.
Eugenio de Castro: signo de la melancolía portuguesa (“Si hubiera conservado mi ignorancia, no me habría sentido tan desventurado”)
“La poesía de Eugenio de Castro es poesía aristocrática, es poesía decadente, y por lo tanto, no puede gustar sino a un público restricto y selecto, que, en los refinamientos de las ideas y de las sensaciones, en la variedad sabia y musical de los ritmos, halla una singular voluptuosidad del espíritu”.
Confidencia: París y Nueva York
“Nueva York, la sanguínea, la cíclopea, la monstruosa, la tormentosa, la irresistible capital del cheque (…) ¡Cuán distinta de la voz de París, cuando uno cree escucharla, al acercarse, halagadora como una canción de amor, de poesía y de juventud!”.
Salutación a la Madona de la Libertad (la de Estados Unidos)
“En una mañana fría y húmeda llegué por primera vez al inmenso país de los Estados Unidos (…) Luego, levantando sobre su cabeza la antorcha simbólica, queda a un lado la gigantesca Madona de la Libertad (…) De mi alma brota entonces la salutación: ‘A ti, cuyas mamas de bronce alimentan un sinnúmero de almas y corazones. A ti, que te alzas solitaria y magnífica sobre tu isla, levantando la divina antorcha. Yo te saludo al paso de mi steamer, prosternándome delante de tu majestad. ¡Ave: Good morning! Yo sé, divino icono, oh magna estatua, que tu solo nombre, el de la excelsa beldad que encarnas, ha hecho brotar estrellas sobre el mundo, a la manera del fíat de Señor. Allí están entre todas, brillantes sobre las listas de la bandera, las que iluminan el vuelo del águila de América, de esta tu América formidable, de ojos azules. Ave, Libertad, llena de fuerza; el Señor es contigo: bendita tú eres. Pero ¿sabes? se te ha querido mucho por el mundo, divinidad, manchando tu esplendor. Anda en la tierra otra que ha usurpado tu nombre, y que, en vez de la antorcha, lleva la tea’”.
Los “raros” son el selecto club de autores periféricos y radicales, así lo plantea Javier Payeras en una nota introductoria de la publicación: alcohólicos, homosexuales, opiómanos, anarquistas, exiliados, onanistas, locos y suicidas. Esta obra de Darío es rara en el contexto centroamericano. ¡Bienvenida!
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