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¿Necesitamos a Dios?

Rubén Aguilar Valenzuela

Los cristianos (católicos, ortodoxos y protestantes) celebran el 24 de diciembre el nacimiento de Jesús, el personaje histórico que para los creyentes es verdadero hombre, pero también verdadero Dios como lo afirma el Credo.

El Occidente asume esta fiesta como parte de su cultura. En los países de este lado del mundo se conmemora ese día se tenga o no fe. La festividad invita a la paz, la fraternidad y la convivencia familiar.

El periodista español Juan Arias, que dirigió Babelia y fue corresponsal de El País en el Vaticano, dice: “El Dios del miedo es el Dios que no merece existir” y añade: “El miedo es… el arma de todos los poderes de Tierra, no tienen nada de divino. Es tirano. Sólo la felicidad es liberadora”. (El País, 12.10.11).

“El miedo -continúa- es usado y abusado por las iglesias institucionales. Jesús nunca impuso miedo a los que lo seguían. Se los quitaba”. Él, asegura Arias, “no creía en el sufrimiento ni en el dolor ni en la muerte como armas de redención. No soportaba ver sufrir a nadie”.

Jesús, el de Nazaret, “exigió, con naturalidad, algo que nos parece locura: devolver bien por mal. Sabía que la felicidad -era su única teología- se engendra en la paz y no en la guerra, en el perdón y no en la venganza”.

Es evidente que no necesitamos al Dios de la castración y de la muerte, al Dios que condena la sexualidad, al Dios autoritario que celebren los autócratas y las dictaduras, al Dios que se niega al gozo y la felicidad de sus creaturas. Ese Dios no debe de existir.

No necesitamos y se vive mucho mejor sin el Dios “que pretende adueñarse de lo más sagrado del ser humano: su libertad y su conciencia”. La mejor forma de vivir, dice Arias, es “siendo fiel a la conciencia, más severa que las leyes porque no es posible burlarla y constituye la única fuente de libertad”.

El Cardenal Newman, anglicano convertido al catolicismo, solía decir: “Prefiero equivocarme siguiendo mi conciencia, que acertar en contra de ella”.

Necesitamos y debe de existir un Dios que respete nuestra libertad y conciencia, que nos respete en nuestra condición humana.

Si Dios existe tiene que ser un Dios para la alegría y la felicidad, para liberar a las personas de todo tipo de esclavitud y miedos. A ese Dios, su aceptación es una decisión personal libre, si lo necesitamos y tiene cabida entre nosotros.

A ese Dios es el que con su vida patentiza Jesús, el que come con estafadores y prostitutas, el que nunca juzga y siempre perdona. El que no está nunca por encima de nadie y siempre busca el bien del otro. Ése, pienso, es el Dios que debemos de celebrar esta Navidad. Otro Dios simplemente no es Dios.

 

 

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