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A años luz del “sueño americano”

Jocelyn Altamirano.

Jocelyn Altamirano.

Jocelyn Altamirano tiene 24 años y pese a que fue llevada por su madre desde Matagalpa a Estados Unidos cuando apenas tenía un año, está lejos de ver siquiera las penumbras del “sueño americano”. Ni siquiera puede alquilar casa, por lo que ha vivido en las calles y recién fue admitida en un albergue.

Las penurias de Jocelyn fueron aireadas este miércoles por El Nuevo Herald, que señala que esta joven mujer sufrió desde niña el abuso físico de su madre, quien la obligaba a realizar todas las tareas domésticas. “Su ropa a menudo estaba cubierta de sangre y frecuentemente iba a la escuela cubierta de moretones”, señala el diario norteamericano.

“Me golpeaba todos los días sin razón”, dijo Altamirano.

Un incidente particularmente doloroso le ocurrió a los 6 o 7 años, cuando ella fue a la escuela cubierta de rasguños y moretones. Las heridas eran lo suficientemente llamativas como para atraer la atención de sus maestros y consejeros.

Su madre fue arrestada, pero luego la liberaron. Por la misma época también sufrió abusos sexuales por parte de su padrastro.

Después del incidente en la escuela, Altamirano se fue a vivir con una tía en Kendall por unos tres años. Tuvo una vida normal por un tiempo hasta que su madre volvió a tener su custodia, la llevó de vuelta a Nicaragua y la abandonó, cuando tenía 10 años, en un centro comercial.

Cuando llegó a Miami, tuvo que pasar de un sofá a otro y de un refugio a otro, e incluso vivir en las calles de La Pequeña Habana.

Por ahora, su casa es la Misión de Rescate de Miami. Pero no es el lugar donde Altamirano, de 24 años, quiere criar a su hijo de 2 años, David, o sus otros hijos, Caleb, de 6 años, y Elías, de 5, que todavía están en Nicaragua.

Anhela una casa para criarlos y tener la situación familiar ideal que nunca tuvo. “Nunca tuve mi propio hogar. Todos solo encuentran un espacio para mí”, dijo Altamirano.

Altamirano nació en Matagalpa, Nicaragua. Su madre biológica, Daysi, se la entregó a una amiga de la familia. La amiga crió a Altamirano hasta que cumplió un año, cuando su madre se la llevó a Estados Unidos.

Cuando era pequeña, dijo que su madre abusó físicamente de ella y la obligaba a realizar todas las tareas domésticas. Su ropa a menudo estaba cubierta de sangre y frecuentemente iba a la escuela cubierta de moretones.

“Me golpeaba todos los días sin razón”, dijo Altamirano.

Un incidente particularmente doloroso le ocurrió a los 6 o 7 años, cuando ella fue a la escuela cubierta de rasguños y moretones. Las heridas eran lo suficientemente llamativas como para atraer la atención de sus maestros y consejeros.

Su madre fue arrestada, pero luego la liberaron. Por la misma época también sufrió abusos sexuales por parte de su padrastro.

Después del incidente en la escuela, Altamirano se fue a vivir con una tía en Kendall por unos tres años. Tuvo una vida normal por un tiempo hasta que su madre volvió a tener su custodia, la llevó de vuelta a Nicaragua y la abandonó, cuando tenía 10 años, en un centro comercial.

“Supongo que llevarme a Nicaragua fue su venganza”, dijo Altamirano, recordando el arresto de su madre.

Fue allí donde por primera vez vivió en las calles y tuvo que defenderse por sí misma. Vivía de los restos de comida que la gente le arrojaba hasta que finalmente regresó con la amiga de la familia de su infancia.

Después de unos siete años, y el nacimiento de su hijo, Caleb, estaba decidida a regresar a Estados Unidos.

Altamirano emprendió un viaje cuando tenía 17 años. Dijo que atravesó El Salvador, Guatemala y México en un esfuerzo por regresar a Miami. Cuando llegó a México se vio en una situación peligrosa.

Embarazada de su segundo hijo, se la llevaron miembros de Los Zetas, el infame cártel mexicano de la droga, que cuestionó por qué estaba viajando por el país.

Altamirano dijo que la ataron y la golpearon, pero que finalmente la soltaron después de tres días. “Por un momento pensé que me iban a matar. Estaba tan asustada”, dijo.

Luego se dirigió a Texas y fue a una estación de autobuses donde obtuvo un boleto para regresar a Miami.

Su experiencia en México, mientras continuaba buscando algo que pareciera un hogar, la ayudó a desarrollar fuerzas para regresar a una vida en la calle y los refugios.

Altamirano se hospedó brevemente en el albergue Chapman Partnership y tuvo algunos trabajos como lavaplatos en Bali Cafe, en el downtown de Miami, y en una tienda de Goodwill antes de que naciera su hijo más pequeño, David.

Cuando David comenzó a padecer de bronquitis y tuvo una estadía prolongada en el Nicklaus Children’s Hospital, en Miami, Altamirano comenzó a faltar demasiado a su trabajo en Goodwill y lo perdió.

Después de dejar Chapman Partnership para quedarse con amigos, y con suerte para encontrar su propio espacio, terminó viviendo en la calle cerca del estadio de los Marlins en la Pequeña Habana.

Todavía puede recordar las noches de insomnio en el calor del verano. “Mi hijo estaba completamente lleno de picadas de mosquitos por todas partes”, dijo Altamirano. “No podía dormir, seguía llorando y llorando”. Yo también estaba llorando con él, porque me estaba volviendo loca”.

El único dinero que tenía eran unos $20 en una tarjeta de beneficios de alimentos que usaba para leche y comida para su hijo pequeño.

Eventualmente fue a la Misión de Rescate de Miami por recomendación de un amigo, y se ha quedado allí desde entonces.

Ella ahora trabaja en servicio al cliente con la compañía de empleos Ameritemps. Altamirano dijo que disfruta su trabajo y agradece a sus colegas y gerentes que le hayan dado la oportunidad de cuidar a su hijo.

Carla Rodrigues, gerente del centro para mujeres y niños de la Misión de Rescate de Miami, dijo que la historia y la determinación de Altamirano han inspirado al personal y a otros clientes del refugio.

“Desde el momento en que llegó, Jocelyn ha estado muy concentrada. No permitió que la depresión se apoderara de ella o la inmovilizara”, dijo Rodrigues.

La Misión ayudó a Altamirano a encontrar su trabajo y una guardería para su hijo, David, y está trabajando con ella para solicitar vivienda asequible.

“Desafortunadamente no contó con el apoyo de su familia, pero afortunadamente, perder su trabajo y todo lo que le sucedió antes de que ella viniera a nosotros no la detuvo”, dijo Rodrigues.

Ahora, el principal objetivo de Altamirano es encontrar un hogar propio y construir el tipo de familia que deseaba desde que era niña.

Más allá de la vivienda propia, desea juguetes para sus hijos y muebles para el hogar que espera encontrar algún día.

Altamirano dijo que a sus hijos les encantan los autos de juguete, especialmente los que los niños que pueden manejar por sí mismos. Su hijo, Elias, también es un gran fanático de los Power Rangers.

En cuanto a sus propios pasatiempos, a Altamirano le encanta maquillar y ganó un poco de dinero haciéndolo antes de que los materiales se volvieran demasiado caros.

Mientras habla de sus alegrías, su mente vuelve a sus planes de ir a Nicaragua a finales de este mes para ver a sus hijos y con suerte traerlos a Miami.

“Realmente no quiero nada material”, dijo. “Todo lo que quiero es un hogar”.

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