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El retorno de los ‘dreamers’ a México: cuando volver se vive como un exilio

DreamersKirk Semple | The New York Times

* No todos son iguales a los deportados exhibidos en esta nota. Algunos logran adaptarse al país donde nacieron, aunque lo cierto es que la mayoría añora la vida en el imperio norteamericano pese a las discriminaciones y humillaciones sufridas a diario, en lo que constituye quizás una suerte de “síndrome de Estocolmo”.

CIUDAD DE MÉXICO – Lalo Aguilar nació en la ciudad fronteriza mexicana de Juárez hace 29 años. Tiene un pasaporte mexicano y vive en la capital del país. Aun así, habla de México como si fuera un país extranjero, un lugar al cual fue desterrado.

“Exilio”, lo llama.

En 2012, después de pasar prácticamente toda su vida como un inmigrante sin documentos en Utah, fue deportado a México.

“Aquí no me hallo”, dijo. “La tierra donde crecí, las montañas, el bosque: ese es mi hogar”.

Aguilar es parte de una creciente población de mexicanos que pasaron gran parte de su vida —sino toda— en Estados Unidos sin tener residencia legal antes de regresar a México, ya sea de forma voluntaria o forzosa.

Muchos enfrentan sentimientos de pérdida y confusión; están a la deriva en un estado transitorio entre dos países: uno que conocieron y aman, pero los rechaza; otro en el que tienen la nacionalidad, pero no un sentimiento de pertenencia.

Las experiencias de estos retornados se han vuelto más relevantes debido al actual debate en el Congreso de Estados Unidos sobre el futuro de los jóvenes inmigrantes que llegaron a ese país cuando eran niños.

En el centro del debate está el programa creado por el gobierno de Obama que protege de la deportación a casi 800.000 jóvenes inmigrantes, la mayoría originarios de México. El presidente Donald Trump exigió el año pasado que se diera fin a la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) y le ordenó a los legisladores idear una solución distinta para los participantes del programa.

Si el Congreso no logra ponerse de acuerdo en una solución que extienda la protección legal para esos inmigrantes –así como para otro millón de personas que eran candidatas potenciales para acceder a DACA, pero que nunca lo solicitaron—, estos podrían enfrentar nuevas amenazas de deportación.

Muchos de los jóvenes inmigrantes conocidos como dreamers han jurado que no se irán, pero quizá no tengan otra opción. Además, aquellos que ya han regresado a México desde Estados Unidos tienen un mensaje de advertencia: volver a integrarse a su país de origen casi nunca es fácil.

Por supuesto, tanto los que regresan voluntariamente como los deportados dicen que llegar a México puede traer cosas buenas. Pueden caminar por las calles sin miedo a que los deporten. Pueden reencontrarse con parientes que no habían visto en mucho tiempo. Pueden pagar la universidad. Sin embargo, los cambios positivos pueden ser empañados por las dificultades.

Muchos llegan como adultos a un lugar que no conocen o que no recuerdan. Algunos se sienten solos porque todos sus amigos y familiares aún viven en Estados Unidos. No todos hablan español.

Podrían tener dificultades para continuar con su educación, encontrar empleo y hacer que su experiencia en Estados Unidos sirva de algo aquí en México.

Su regreso puede llevar un estigma: la vergüenza de ser un criminal deportado o el símbolo del fracaso extremo.

“Los primeros días fueron, simplemente, como un choque cultural”, dijo Aguilar, quien creció en lo que él llama “un pequeño pueblo blanco mormón” en Utah. “Me aislaba mucho en mi cuarto. Aislamiento y depresión, tratando de digerir lo que estaba pasando, cómo era que había terminado viviendo en México”.

La respuesta del gobierno mexicano no ha tenido el alcance suficiente para amortiguar las dificultades de los jóvenes ciudadanos que han regresado, según explican ellos, sus abogados y los expertos en migración.

Esto contrasta con el apoyo que el gobierno mexicano ha dirigido a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, donde la gran red de consulados mexicanos ofrece una variedad de servicios que incluyen asistencia legal y guía para obtener beneficios en Estados Unidos, como las protecciones del DACA.

“México ayuda a los migrantes a volverse miembros de un país del que no son ciudadanos, al mismo tiempo que les niega su pertenencia al país del que sí son ciudadanos”, dijo Alexandra Délano Alonso, profesora de Estudios Globales en The New School en Nueva York y una experta en migración y en la diáspora mexicana.

En 2014, el gobierno mexicano comenzó un programa que busca ayudar a los retornados a reintegrarse a la sociedad. Un pilar del programa es una red de centros de bienvenida a lo largo de la frontera que recibe a los deportados con comida, los ayuda a registrarse en los servicios de salud, les da acceso a un teléfono y transporte local y les da información sobre cómo conseguir un empleo.

Sin embargo, los críticos dicen que el alcance del programa Somos Mexicanos es mínimo y sus efectos son temporales.

“Somos Mexicanos es una curita”, dijo Jill Anderson, directora de Otros Dreams en Acción, un grupo de apoyo en México para jóvenes migrantes deportados y retornados. “Es un mensaje de campaña política”.

Después de que el presidente Trump exigiera en septiembre la finalización de DACA, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México emitió un comunicado que exaltaba las contribuciones económicas y culturales de los jóvenes migrantes a Estados Unidos y prometía que México recibiría “con los brazos abiertos a los jóvenes dreamers que regresen a nuestro país”. La secretaría expuso una serie de iniciativas enfocadas en ayudarlos a reintegrarse, incluyendo una bolsa de trabajo, un programa de crédito y becas.

Como respuesta a una solicitud de información sobre el estatus de las iniciativas, una vocera de la Secretaría de Relaciones Exteriores envió enlaces a dos páginas de internet en el sitio del Instituto Nacional de Migración. Ninguna ofrece más información sobre la bolsa de trabajo, el programa de crédito o las becas.

Eunice Rendón, la coordinadora de Agenda Migrante, un grupo para la protección de migrantes mexicanos, dijo que la reintegración de los migrantes que vuelven es un problema desde hace mucho tiempo.

“Hemos tenido una enorme cantidad de personas desde antes de Trump que tuvieron problemas para reintegrarse”, dijo Rendón. “No es un problema nuevo. Trump solo lo hizo más evidente”.

En medio de la limitada ayuda del gobierno, un pequeño pero creciente ecosistema de organizaciones comunitarias ha surgido en todo el país para ayudar a los migrantes que regresan, en particular a los dreamers, para que construyan su vida en México.

Este ecosistema incluye a New Comienzos, que se fundó en 2015 y opera en un elegante espacio en el centro de Ciudad de México, cerca de un centro de llamadas que les da empleo a retornados bilingües en una zona que se conoce como el Pequeño Los Ángeles.

Israel Concha, de 38 años, el fundador de New Comienzos, dijo que los grupos como este se han convertido en salvavidas para los mexicanos sin papeles en Estados Unidos que se preparan para un posible regreso.

“Hacen las preguntas más básicas: ‘Estoy estudiando. ¿Podré continuar mi educación en México?’”, contó Concha, quien fue deportado en 2014 después de vivir en Estados Unidos durante tres décadas.

A menos de un kilómetro de distancia, el grupo de Anderson, Otros Dreams en Acción, abrió un espacio comunitario llamado Poch@ House (la palabra “pocho” significa “descolorido” o “fruta podrida” y se usa coloquialmente para designar a aquellos que dejaron México y perdieron su identidad mexicana).

El espacio atrae a los retornados que buscan guía y ofrece actividades como clases de yoga y baile, talleres de escritura y lecciones de idiomas.

La conversación fluye sin problemas del inglés al español, a veces en la misma oración. Las paredes están decoradas con artículos que reflejan la vida bicultural: una placa de auto de Utah, calaveras del Día de Muertos, una calcomanía para auto de una estación de radio estadounidense.

Maggie Loredo, una de las fundadoras, dijo que nada de esto existía cuando ella regresó a México en 2008. Se fue a vivir a Estados Unidos cuando tenía 2 años y creció en Texas y Georgia. Tomó la decisión de regresar a México porque no podía pagar una educación universitaria en Estados Unidos y su situación migratoria no le daba la oportunidad de conseguir becas.
En esa época, dijo, aquellos que regresaban muchas veces no compartían su experiencia en Estados Unidos y libraban su lucha emocional y el choque cultural en soledad.

“En realidad, todo se mantenía en la oscuridad”, dijo. “Nunca escuchabas a nadie hablar sobre la deportación y el regreso. No sabías de nadie que tuviera un pasado similar al tuyo”.

No obstante, a medida que la comunidad de los deportados y los retornados crece, está encontrando su voz y ayudando a crear condiciones más amigables para los recién llegados.

Los que enfrentan el regreso “están asustados”, dijo Concha. “Pero al menos saben que hay una luz al final del túnel y que hay una segunda oportunidad en México”.

Paulina Villegas colaboró con este reportaje.

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