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Mafias se aproximan a producción agropecuaria

soyalecheDr. Enrique Rimbaud Giambruno

Hasta ahora o hasta hace relativamente poco, el hombre ha sido un eterno luchador, un guerrero por cosas superfluas maquilladas de ideales, en una eterna batalla por la posesión o dominio de cosas vanas y nimias…

Las guerras santas, las Cruzadas, las Intifadas, el Imperialismo, el Comunismo… todas las guerras y batallas del mundo, el desarrollo y expansión de los grandes imperios en la historia, han tenido un común denominador: la lucha por la posesión de lo superfluo, de lo que no se precisa, de lo que no se necesita para vivir: oro, diamantes, seda, petróleo, territorios por la simple extensión de dominios, y no porque fueran tierras fértiles o cultivables…

Atila, Gengis Khan, Carlomagno, Darío, Jerjes, el imperio británico, el austrohúngaro, Hitler, Hirohito, Stalin, los imperialismos estadounidenses y soviéticos y todos los que han estado detrás de las diferentes guerras y batallas en el orbe, siempre han perseguido un objetivo común: la expansión territorial per se, ya sea por la vía bélica o ideológica, sin importarles un rábano la fertilidad de las tierras o la capacidad de producción de alimentos, sino elementos abstractos de gran valor económico como petróleo, oro, diamantes y minerales diversos.

Las mafias o conglomerados delictivos se han dedicado eternamente a pelear y traficar con elementos fútiles, inútiles para el desarrollo del hombre y de las civilizaciones, las guerras por el alcohol durante la Ley Seca en los Estados Unidos que catapultaron a la Mafia como organización criminal, los carteles de la droga de diversos países, los grandes contrabandistas de bebidas alcohólicas o tabaco, manteniéndose solamente los pueblos asiáticos en la depredación irresponsable, alienada, devastadora y sin sentido de la naturaleza: aletas de tiburón, polvo de cuerno de rinoceronte, testículos de canguro, vejiga de pez, etc.

Que yo sepa, nunca se han visto contrabandistas de lechuga o de tomates, carteles de la carne o la leche, ejércitos luchando por bananos, por maíz, por trigo o por tierras fértiles…

Hasta hoy…

Hoy, ya se han dado cuenta que en el mundo habitamos más de 8,000 millones de gentes, y que, de cualquier manera, tenemos que comer y beber para sobrevivir en un mundo que cada vez es más chico, dado que se pierde tierra tanto por desertificación como por aumento de los niveles de los mares y los ríos… aumenta la población, pero disminuye la tierra fértil y productiva.

Y es en este contexto que comienza a surgir y conformarse uno de los primero carteles en la lucha por la producción de alimentos. Los sojeros, primero respetados agricultores que producían leguminosas de alta calidad alimenticia, hoy, despiadados y abyectos competidores que pretenden sustituir a todos los alimentos con su producto estrella: la soja o soya.

Primero, la gran mentira, induciendo a la opinión pública a creer que existen carne y leche de soya, un disparate técnico, zootécnico, biológico, como no lo hubo en el mundo jamás… la carne siempre será de origen animal, y la leche es el producto de la lactación de los mamíferos. Punto.

Pero, como decía Joseph Goebbels, mano derecha del nazismo de Hitler: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.” “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”.

Y lamentablemente, vemos movimientos culturales o sociedades enteras, inocentes e ignorantes que van creyendo esta mentira, denostando aquellos productos que hicieron que nos convirtiéramos en lo que hoy somos: una civilización dueña de un mundo que atacamos y despreciamos cotidianamente.

Existen serios y profundos estudios que demuestran que la civilización humana se desarrolla cuando comienza a tomar diariamente leche de vaca y comer su carne, y es gracias a esto que nos convertimos en lo que somos y logramos salir del neandertalismo, del paleolítico, y no gracias a los metales o piedras preciosas ni al petróleo.

Sin embargo, hemos visto por ejemplo, en Panamá, carteles en las paradas de buses, recomendando a las madres que no les den a los hijos carnes rojas o leche de vaca, que solo den productos derivados de la soya.

¿Qué pretenden? ¿Qué involucionemos como especie? ¿Que perdamos la esencia del ser humano?

Peor aún, los verdaderos carteles mundiales, los detentores del poder de nuestra civilización, los manejadores de dinero y finanzas, pelean hoy guerras sin armas, lucha de capitales por desparramar sobre las cada vez menos disponibles tierras fértiles, elementos como el glifosato o glifosfato que diezma la tierra, impidiendo el crecimiento de cualquier vegetal que no sea los transgénicos que ellos comercian.

Es así que la Shell Global International desarrolla tanto transgénicos como herbicidas. A estos los compra luego Monsanto Company y luego los absorbe Bayer, todos titanes de las finanzas, fuertes y poderosas empresas multinacionales, dedicadas en algún momento a los combustibles fósiles y la farmacología, y hoy metidos a la producción de alimentos transgénicos de dudosa calidad, consecuencias y efectos, así como “fertilizantes” que diezman tierras productivas.

Muchas argucias esgrimen en la fabricación de su gran mentira: que la carne y la leche son tóxicas, que las vacas inciden en el cambio climático y efecto invernadero, que transmiten enfermedades, etc., etc., desconociendo la evolución del ser humano en los últimos 300,000 años, ligado estrechamente a la producción y consumo de carne y leche de vaca.

Los ganaderos de todos los países, lejos de ver la guerra sin cuartel que han iniciado las grandes compañías multinacionales, siguen peleando por precios y prebendas, sin avizorar que es por su condición de productores de alimentos esenciales por lo que deben pelear, en una guerra no declarada, contra los sojeros, los transgénicos y los fertilizantes aniquiladores.

Si no se dan cuenta de esto, si no se ponen en pie de lucha, pronto será el tiempo en que no haya más ganaderos, nuestra civilización involucione, se bestialice el ser humano y el planeta quede yermo.

Es la hora de pelear y dar batalla… por nuestra vida, por nuestra esencia, por nuestro alimento de todos los días.


Dr. Enrique Rimbaud
Decano Facultad de Ciencias Agrarias, UCC
Presidente Fundación A.Mar.Te.
Doctor en Medicina y Tecnología Veterinarias
Celular 88521488 (Claro)
enrique.rimbaud@ucc.edu.ni
erimbaud@gmail.com
presidencia@fundacionamarte.org
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