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Así planifican las crisis económicas las élites satánicas

capitalismoEnigmas

Cada vez más analistas defienden que la crisis económica no es un hecho casual, sino que es perfectamente planificada por las élites financieras para reordenar un sistema económico.

El economista Murray Rothbard, otro de los «fabricantes» del actual modelo neoliberal, perteneció al círculo más íntimo de Rand, aunque al final acabó siendo expulsado de la comuna. Según Rothbard, las funciones del estado deberían dividirse en dos: aquellas que es preciso eliminar y las que deben ser privatizadas.

Otro de los jóvenes que entraron en el círculo de libertad sexual y naturaleza sectaria de Rand fue Alan Greenspan, que tiempo después acabaría convirtiéndose en el economista más poderoso del planeta, al ocupar el cargo de presidente de la Reserva Federal estadounidense entre 1987 y 2006.

La Reserva Federal representa el auténtico poder del sistema financiero, porque es la institución que define el modelo económico que impera en el mundo. No se trata de una institución pública del Gobierno estadounidense, como pudiera pensarse, sino de una entidad autónoma y privada formada por los bancos más poderosos del mundo. Las decisiones de la Reserva Federal causan un impacto determinante en las economías de todos los países.

El pensamiento de Alan Greenspan es deudor de la radical filosofía de Rand. De hecho, la desregulación bancaria y la permisividad respecto a los derivados financieros –como la especulación en bolsa con los paquetes hipotecarios– durante su mandato constituyeron la causa de la crisis económica que se desencadenó en 2008 y que todavía sufrimos.

Como siempre, el relato de los hechos no es como se presenta en los grandes medios de comunicación, pues cada vez más analistas defienden que la crisis económica no constituyó un hecho casual, sino que estuvo perfectamente planificada por las élites financieras para reordenar un sistema económico enfermo.

En otras palabras, antes de que la economía acabara desintegrándose en un caos de impredecibles consecuencias, los amos del mundo decidieron llevar a cabo una «demolición controlada» para «fabricar» un nuevo sistema en el que llevar a cabo de forma radical las reformas neoliberales que pretendían desde décadas atrás. Es lo que la popular escritora y periodista estadounidense Naomi Klein denomina la doctrina del shock.

En su libro del mismo título muestra de qué modo los centros del poder capitalista crean o se aprovechan de las crisis –económicas, humanitarias, naturales, políticas…– para introducir impopulares medidas de liberalización económica.

Milton Friedman se convirtió en el auténtico ideólogo de la terapia económica del shock. El economista soñaba con un capitalismo puro, exento de cualquier interrupción regulatoria o arancelaria. Cuando la economía de un determinado país o continente entraba en crisis, era necesario infligir dolorosos shocks –una especie de medicina amarga, teorizaba Friedman– para restaurar el orden capitalista.

En su libro La doctrina del shock (Paidós, 2007), Naomi Klein escribió:

«Para que los gobiernos volvieran al camino correcto, Friedman, en su popular libro Capitalismo y libertad, diseñó lo que se convertiría en el manual del libre mercado que en EE UU constituiría el programa económico del movimiento neoconservador. En primer lugar, los gobiernos deben eliminar todas las reglamentaciones y regulaciones que dificulten la acumulación de beneficios. En segundo lugar, deben vender todo activo que posean y que pudiera ser operado por una empresa y dar beneficios. Y en tercer lugar, deben recortar drásticamente los fondos asignados a programas sociales».

Por supuesto, Friedman jamás admitió que las crisis podían estar causadas por un sistema enfermo que necesariamente debía estar regulado por gobiernos e instituciones públicas. Sin normas, al final gana el más fuerte y nadie protege a los débiles. Eso es precisamente lo que subyace en la ideología neoliberal de Friedman y los suyos que ahora impera en el mundo.

En la actualidad, este sistema del shock se ha refinado enormemente. Si no es posible desestabilizar una nación mediante operaciones encubiertas de inteligencia o financiando a grupos opositores, directamente se bombardea. Una vez terminada la guerra, la población estará preparada para aceptar cualquier modificación en los sistemas económicos y políticos a cambio de paz y un poco de seguridad. No cabe duda, vivimos en un sistema en el que, cada vez más, priman los beneficios económicos, la competitividad y el individualismo a ultranza.

En definitiva, una sociedad absolutamente materialista, una forma de darwinismo social que las élites económicas tratan de inyectar en todos los habitantes del mundo occidental. El sueño de todo satanista, cuya filosofía ya es una realidad…

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