Espíritus pintores en cuerpo de brasileño
* José Medrado es el médium pictórico más conocido de la actualidad. Sus sesiones de pintura mediúmnica son absolutamente espectaculares, y tuvimos la oportunidad de contemplar una de sus demostraciones en vivo y en directo, en la que el espíritu de un pintor fallecido se apoderó de su cuerpo y realizó una auténtica maravilla.
Miguel Pedrero
En su momento tuve la oportunidad de entrevistar a José Medrado, a quien luego pude contemplar en vivo y en directo en plena sesión de pintura mediúmnica. Emplea música de fondo y sus ademanes y movimientos se tornan rápidos y espasmódicos en cuanto los espíritus de grandes maestros de la pintura se hacen con el control de su cuerpo. Sus manos se desplazan a un ritmo vertiginoso sobre el lienzo, y los casi veinte cuadros que terminó en menos de dos horas acabaron subastándose.
Medrado tampoco se lucra de su don. Lo recaudado sirve para mantener la Ciudad de la Luz, centro social que fundó en Salvador de Bahía, su ciudad natal. Como la mayoría de los artistas mediúmnicos vive de su profesión, que nada tiene que ver con el espiritismo. Funcionario de carrera tras aprobar una oposición a los veinte años de edad –ahora cuenta con 53–, en la actualidad ocupa el cargo de director del Departamento de Proyectos Especiales en el Ministerio de Justicia brasileño.
Cuando terminó su sesión, y tras reponerse del esfuerzo, mantuve una larga conversación con José Medrado, durante la cual no dejó de hacer hincapié en la importancia que el trabajo social tiene para el movimiento espírita. «El año pasado, en la Ciudad de la Luz realizamos más de 240.000 acciones de atención a los más pobres –me dijo satisfecho–. Allí trabajan más de 1.000 voluntarios y 600 médicos. Todos los días servimos entre 300 y 400 platos de comida a cualquier persona que llama a nuestra puerta. La Ciudad de la Luz ocupa una extensión de 4.000 metros cuadrados, donde se erigen cuatro centros: el orfanato en el que mantenemos, educamos y cuidamos a muchos niños de la calle; una escuela para que puedan estudiar los más necesitados; el pabellón de asistencia médica, en el que tratamos a personas en situación socioeconómica complicada; y el salón en el que llevamos a cabo las reuniones espirituales».
El mensaje de los maestros pintores
Medrado comenzó su relación con el mundo de los espíritus en su más tierna infancia. Y como le sucedió a muchos otros médiums, tardó en comprender lo que le estaba ocurriendo: «Recuerdo que a los siete años de edad veía a mi abuela fallecida. Cuando se lo contaba a mis padres, no comprendían nada, pues me crié en una familia de fuertes convicciones católicas. Por culpa de esta clase de experiencias con el ‘otro lado’, pasé una infancia y una adolescencia bastante tristes. Nadie sabía ofrecerme respuestas, hasta que a los quince años descubrí la doctrina espírita, dándome cuenta de que lo que me pasaba no era nada raro, que les ocurría a muchas otras personas. Tiempo después, a los diecisiete, fundé una asociación espírita, que acabaría siendo el germen de la Ciudad de la Luz».
Precisamente en esa época, los maestros pintores del más allá entraron en contacto con nuestro protagonista por primera vez. «Un grupo de espiritistas habíamos fundado un orfanato para recoger a los niños de la calle, pero teníamos enormes problemas económicos para mantenerlo –continuó Medrado con sus explicaciones–. Entonces, un día, durante una reunión mediúmnica, se me apareció un espíritu que se identificó como Renoir, animándome a pintar. Lo intenté, pero no conseguí nada. Debo aclarar que era y sigo siendo bastante malo con el dibujo, y nunca me había interesado por ello hasta esa experiencia con Renoir. Hice un segundo intento, fracasando también. Pero a la tercera, días después, puse de fondo la Novena Sinfonía de Beethoven y, casi de inmediato, entré en trance. Fue Van Gogh el que empleó mi cuerpo para pintar precisamente a Beethoven».
Cuando entra en trance, al inicio de las sesiones de arte mediúmnico, Medrado experimenta una especie de impacto a lo largo de toda su columna vertebral y sufre una alteración de la conciencia. «Es como si estuviera anestesiado –me explicaba–, aunque no pierdo el sentido por completo. Entonces, noto que mi cuerpo se expande, pierdo la noción del espacio y el tiempo, disminuyen mucho mis percepciones físicas y, durante toda la sesión, no soy consciente de lo que pintan los espíritus. Empiezo siempre con Renoir, porque al principio de cada sesión tiene que darse un proceso de adecuación entre mis ondas mentales y las de los espíritus pintores. Y de todos ellos, el que tiene esas ondas más parecidas a las mías es Renoir. Luego, una vez conseguida mi conexión con el ‘otro lado’, el resto de los artistas del más allá pueden llegar a mí con mayor facilidad…
…Suelo tardar entre cuatro y doce minutos en terminar un cuadro completo. Por tanto, la elaboración de los colores y la composición armónica son casi instantáneas. Esto sería imposible para los pintores si estuvieran vivos, puesto que eran muy perfeccionistas en sus obras y trabajaban con mucha calma. Pero ahora es distinto, porque la finalidad de mis demostraciones públicas, según me dicen mis guías espirituales, es la de hacer pensar a la gente que la existencia no se termina cuando dejamos este mundo, sino que continuamos viviendo de otra forma».
«Anulan los colores no deseados»
Entre las innumerables experiencias sorprendentes que Medrado vivió a causa de su don, y que me narró con cierto detalle, me quedo con la siguiente. En cierta ocasión, antes de una sesión de pintura mediúmnica, lo entrevistó un periodista escéptico respecto a la existencia del más allá. «Me dijo que tenía que hablar conmigo porque era su trabajo, pero que no creía que hubiera vida después de la vida –me contaba Medrado–. Curiosamente, uno de los cuadros, realizado por el espíritu de Monet, era un rostro que el reportero acabó reconociendo con gran sorpresa. Era la cara de su hermano, que se había suicidado sólo unos días atrás».
Al terminar una demostración, Medrado asegura que se nota extenuado: «Me encuentro muy cansado, cada vez más con el paso de los años. Me entra hambre y, sobre todo, necesito beber muchos líquidos porque estoy deshidratado». Al igual que Florencio Antón, José Medrado pinta con sus manos cubiertas por unos guantes. En ambos casos me sorprendió que los colores se distribuyeran por el lienzo de manera armónica, a pesar de que los guantes estuvieran manchados de diferentes tonos. Lo lógico sería que los cuadros terminaran con una serie de manchurrones de distinto color, pero esto no sucede.
El médium me explicó el porqué de este fenómeno: «Lo que me planteas es uno de los mayores misterios de la pintura mediúmnica. Según me comunicaron los maestros de los espíritus del ‘otro lado’, anulan los colores no deseados durante la elaboración del cuadro. No me preguntes cómo porque sé lo mismo que tú. Si te fijas, las personas que me ayudan, cuya labor es sostener el lienzo por sus extremos mientras pinto y retirarlo en cuanto termino el trabajo, sí ensucian el cuadro. En todos los lienzos se ven esos manchones en sus esquinas». Varios expertos en arte se interesaron por la obra de Medrado. Es el caso de la prestigiosa Matilde Matos, miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, quien aseguró que las capacidades del médium no tienen explicación, pues carece de conocimientos de pintura. «Para efectuar un cuadro como los que realiza en estado de trance, se requeriría mucho tiempo, no bastan simplemente unos minutos, pero él consigue proporciones correctas y equilibrio de colores y composición», declaró.
Fuente: espaciomisterio.com