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La paradoja de los nuevos viejos

(Foto tomada de Internet).

(Foto tomada de Internet).

Gloria Helena Rey*

* Muchas personas de más de 70 años se resisten a la dictadura social y laboral que trata de inmovilizarlos.

Jorge Luis Borges (1899-1986) decía que la vejez debe ser la etapa más feliz de la vida, pues el animal habrá muerto y solo quedará el hombre y su alma. El alma de los hombres y las mujeres del siglo XXI parece resistirse a frenar la vida y doblegarse ante la dictadura de los años, reglamentada por las costumbres y las leyes sociales y laborales, marcadas por el salvajismo del consumo y la sociedad patriarcal.

El mundo envejece y tendrán que cambiarse y revaluarse los conceptos despectivos e inhabilitantes que se tienen sobre la vejez y muchas de las leyes que lo rigen.

¿Cuándo se es viejo? “En los países desarrollados se considera personas adultas mayores a aquellas que tienen 65 años o más. En los países en desarrollo, esa edad está estipulada en 60 años. Así lo explicita también la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Podemos decir que convencionalmente esas son las edades para considerar cuándo una persona es vieja”, responde a EL TIEMPO Mariana Liz Rodríguez, licenciada en comunicación, especializada en gerontología, además de miembro fundador y responsable de las comunicaciones de la Asociación Latinoamericana de Gerontología, Algec.

Una encuesta realizada en el Reino Unido a fines del 2012, concluyó que los más de mil entrevistados dijeron que se sentirían viejos al llegar a los 70 años, sentimiento que ha cambiado a una velocidad de vértigo en menos de una década.

Harrison Ford encarnará de nuevo a Indiana Jones a los 78 años; Joe Biden, con la misma edad, acaba de ser elegido presidente de Estados Unidos, y Nancy Pelosi, que está a punto de completar en marzo 81 años, es de nuevo presidenta de la Cámara de diputados del mismo país en 2021.

Mujeres como Sharon Stone y Michelle Pfeiffer, que superan los 60 años; o como Meryl Streep o Susan Sarandon, que tienen más de 70, o como Jane Fonda y Sofía Loren, que pasaron los 80, siguen trabajando, pese a la brutalidad de la sociedad de consumo y al imperio patriarcal del mundo en el que vivimos.

El año pasado, el ingeniero caleño Lucio Chiquito, de 104 años, egresado del programa de Ingeniería Civil de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, sede Medellín, entregó su tesis doctoral a la Universidad de Manchester, donde se había graduado del máster en ciencia y tecnología en 1947.

Rodríguez, de la Asociación Latinoamericana de Gerontología, estima que, además, “es importante establecer el concepto de vejez diferencial y ello supone abordarla desde una perspectiva interseccional que tenga en cuenta los múltiples factores que intervienen no solo en la vejez sino, también, durante todo el proceso de envejecimiento de las personas, como: el género, la clase social, la educación, el lugar de residencia, el trabajo, las condiciones materiales y simbólicas, entre otras cosas”.

Es decir, que es preciso reflexionar no solo sobre cómo concebir y vivir la vejez, sino hacerlo desde la perspectiva de varios tipos de vejez.

Erik Erikson, el psicoanalista estadounidense de origen alemán, estimaba que el envejecimiento también tiene su razón de ser en el proceso evolutivo y en 1950 propuso la teoría de las 8 edades del hombre, que marcó las bases de la psicología evolutiva.

Esa teoría argumenta que desde el nacimiento hasta la vejez pasamos por ocho conflictos que permiten el desarrollo psicosocial y personal y que la última etapa es de los 60 años en adelante.

Los expertos afirman que si nos enfrentamos a cada uno de esos conflictos y los resolvemos satisfactoriamente “crecemos mentalmente”, pero si no logramos superarlos, no desarrollaremos las habilidades necesarias para enfrentar el futuro” y no seremos capaces de encarar y disfrutar la vejez.

Otras condiciones

Aunque no es una novedad que los viejos sigan trabajando, como lo hicieron en el pasado filósofos griegos o figuras de la talla de Sigmund Freud (1856-1939) o de Carl Gustav Young (1875-1961), entre muchos otros, lo que parece cambiar en la actualidad es el creciente número de hombres y mujeres que deciden hacerlo, fortalecidos por tasas de educación y calidad de vida más altas y la facilidad de las comunicaciones, entre muchas otras cosas.

“La generación de los baby boomers se ha beneficiado de los avances en medicina y prevención de la enfermedad y de mejor acceso a sistemas de salud mental y física. Cuentan con niveles más altos de educación y muchos de ellos están vinculados a trabajos intelectualmente estimulantes. Es una generación que reconoce la importancia del ejercicio físico y mental”, afirma el psiquiatra y psicoanalista Ricardo Arango.

“Para mí, seguir trabajando es una decisión de vida. Si sentimos que nuestra cabeza y cuerpo siguen funcionando y pueden continuar en actividad, no hay por qué frenar la vida. Deseo seguir activa hasta el final, es una opción personal”, dice a EL TIEMPO la investigadora social Ana Marcia Blanco, de 78 años.

“Actualmente, todas las personas envejecemos con mayor expectativa de vida y ese es un punto para remarcar en relación con generaciones anteriores”, afirma la licenciada Rodríguez.

Pero Arango aterriza el tema y sostiene que la decisión de los viejos de seguir trabajando no es opcional, sino que depende de muchos factores.

“El proceso de envejecimiento conlleva cambios que son normales y otros físicos o mentales relacionados con enfermedades. La capacidad de tolerar esos cambios depende de la edad (viejos-jóvenes, viejos y viejos-viejos). Los primeros tienden a seguir con sus actividades si los cambios se relacionan con el envejecimiento normal y los otros van retirándose poco a poco a medida que los cambios normales interfieren con su funcionamiento”, afirma.

Y advierte que si existe enfermedad, el proceso de retiro se acelera. “Los que tienen trabajos intelectualmente interesantes y estimulantes son los que parecen más decididos a seguir trabajando”.

El mundo envejece

En opinión de la especialista y comunicadora María Elvira Uribe, lo importante es entender que “el proceso de envejecimiento se inicia con la concepción y termina al morir; es común para todos los organismos vivos. En este proceso hay una evolución continua que implica cambios. Por esto es trascendental aprender a envejecer, desde la niñez”.

Según el informe ‘Perspectivas de la población mundial 2019’, en 2050 una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16 por ciento), casi el doble de la proporción del 9 por ciento en 2019. Para 2050, una de cada cuatro personas que viven en Europa y América del Norte tendrá 65 años o más.

“Las oportunidades, retos y preocupaciones que impone el envejecimiento poblacional en el siglo XXI serán un factor determinante en el desarrollo de los pueblos, que deberán enfrentar una disminución de la fecundidad y aumento en la esperanza de vida”, lo que cambiará la estructura poblacional, según Cardona y Peláez.

Y agregan que “el cambio demográfico que se producirá impone retos y preocupaciones por la velocidad del mismo, la capacidad del sistema de seguridad social para afrontar las demandas en salud y pensiones, el papel de la familia en materia de atención a la vejez, las combinaciones en las transferencias económicas familiares, discriminación laboral y necesidad de planificar, para enfrentar una sociedad que envejece, que permita orientar las funciones y servicios del ámbito sanitario hacia las necesidades de una población de más edad”.

El acelerado envejecimiento de la población y el aumento de la población de adultos mayores, dicen, “está caracterizado por una alta incidencia de la pobreza, aguda inequidad social, baja cobertura de la seguridad social y probable tendencia hacia el deterioro de las redes de apoyo familiar”.

Para la licenciada Rodríguez es muy importante “reflexionar sobre el significado hegemónico de la vejez, que sigue siendo estigmatizador. Es decir, tenemos que insistir en un trabajo de concientización y sensibilización, desde un enfoque de derechos humanos, para demoler prejuicios que marcan que una persona vieja es alguien triste, aislado, inactivo e improductivo”.

Pero hay ceguera mundial respecto del envejecimiento. “En un mundo en desarrollo –según un informe sobre envejecimiento y desarrollo–, las poblaciones envejecen a una velocidad sin precedentes, mientras que la mayoría sigue en la pobreza, y los adultos mayores continúan siendo una población invisible para quienes promueven el desarrollo económico, la atención en salud y la educación, al ser considerados económicamente dependientes y pasivos, por consiguiente, irrelevantes para el desarrollo, y en algunos casos, una barrera para la prosperidad”.

Por eso, Arango admite que el gran desafío para gobiernos y sociedades en las próximas décadas de este siglo será “construir una sociedad donde los miembros de la tercera edad no sean irrelevantes y tengan un lugar para seguir produciendo y creando”.

También sostiene que es necesario que se reconozca la importancia de ese creciente sector en la sociedad como participante activo en el funcionamiento de la misma.

La ONU declaró el Decenio del Envejecimiento Saludable –2021 / 2030–, en sintonía con la Organización Mundial de la Salud, OMS, y las iniciativas emprendidas que buscarán cambiar la forma en que pensamos, sentimos y accionamos respecto de la edad y el envejecimiento, según la licenciada Rodríguez.

Aunque el doctor Arango reconoce que empiezan a verse progresos en ese sentido, “lo que existe aún es insuficiente” y recomienda a los que nos encaminamos hacia la vejez que sigamos estudiando, aprendiendo y ejerciendo una salud física y mental preventiva.

La reivindicación sobre la vejez y la conciencia de las sociedades envejecidas debe ser la prioridad mayor de los gobiernos y sociedades en estos momentos. Expertos estiman que “en la vejez se puede continuar aprendiendo, tener proyectos y concretarlos, participar políticamente, enamorarse, cambiar la identidad sexual, entre otras muchas cosas…”.

Rodríguez dice que “en ese marco es muy importante la deconstrucción de la vejez estigmatizada”, la concientización y la construcción de políticas públicas adecuadas para este mundo que envejece.

* El Tiempo

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