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La regla psicológica para dar y recibir consuelo sin equivocarnos

aa1A veces es difícil encontrar las palabras correctas para dar consuelo. Encontrar la palabra adecuada en el momento adecuado que genere la resonancia adecuada es un arte que pocas personas dominan. Como resultado, a veces ese intento de consolar a alguien fracasa estrepitosamente y termina añadiendo más tristeza, frustración o desesperanza.

La psicóloga clínica Susan Silk lo vivió en carne propia. Cuando descubrió que tenía cáncer de mama, escuchó muchos comentarios poco convincentes y palabras de consuelo que no la consolaban en absoluto. Incluso hubo personas que descargaron su malestar sobre ella, añadiéndole más peso al fardo que ya arrastraba consigo.

Entonces se dio cuenta de que dar y recibir consuelo es fundamental, pero se trata de una asignatura pendiente. Muchas personas, con la mejor de las intenciones, terminan causando más mal que bien en sus intentos de consolar a los demás. Por eso elaboró junto a Barry Goldman la «Teoría del Aro», con la cual pretende ayudar a las personas a comprender y aplicar el arte de recibir y dar consuelo de manera asertiva.

¿Qué es la Teoría del Aro?

La Teoría del Aro se vertebra en torno a los círculos de confianza en los que nos movemos a diario. Para aplicarla el primer paso consiste en identificar la red de apoyo con la que cuenta la persona que está atravesando la situación traumática.

Se trata de una técnica sencilla para saber cuándo debemos dar consuelo y ayudarnos a recibirlo cuando más lo necesitamos. Es válida para todo tipo de crisis, desde los problemas de salud hasta las dificultades económicas y los conflictos románticos o existenciales.

Para ponerla en práctica debemos comenzar dibujando un primer círculo, que será el anillo central. Dentro de ese círculo debemos escribir el nombre de la persona que está experimentando el trauma o atravesando la situación complicada.

Luego dibujamos un segundo círculo más grande alrededor del primero. En ese anillo escribimos el nombre de la persona más cercana a quien está sufriendo el trauma, como puede ser su pareja o quizá un hijo.

A continuación, dibujamos un tercer círculo, pero en esta ocasión escribimos en su interior el nombre de las personas más cercanas, como pueden ser los padres o amigos íntimos.

Por último, dibujamos un cuarto círculo y escribimos en su interior los nombres de las personas menos cercanas pero que pueden ayudar de alguna manera, como familiares más lejanos, compañeros de trabajo y/o vecinos.aa

De esta forma no solo realizamos una representación gráfica de las redes de apoyo con las que cuenta esa persona, sino que también nos damos cuenta de la posición en la que nos encontramos en esa situación.

La regla: consolar a los más afectados, buscar consuelo en los menos afectados

Con esos círculos concéntricos en mano, la regla a aplicar es sencilla: en los círculos interiores se ofrece consuelo, en los círculos exteriores se busca consuelo. Hay que consolar a las personas más afectadas y buscar consuelo en las personas menos afectadas por la situación. Así de sencillo.

La persona que se encuentra en el anillo central puede decir lo que quiera a cualquier persona del resto de los círculos, en cualquier momento y lugar. Esa persona lo está pasando mal y necesita apoyo y validación, de manera que le está permitido quejarse o lamentarse por su mala suerte o la injusticia de la vida.

Por supuesto, no se trata de alimentar una actitud victimista o derrotista ad infinitum, pero debemos comprender que muchas veces antes de ponernos en pie, necesitamos lamer nuestras heridas. Todos tenemos ritmos de sanación diferentes y en las primeras etapas es normal que nos sintamos decepcionados, dolidos o frustrados. Por tanto, en los primeros momentos tras la adversidad es probable que esa persona solo necesite hacer catarsis, de manera que el mejor consuelo es escucharla.

Por supuesto, en ocasiones los problemas de los demás también nos afectan y podemos sentirnos frustrados, tristes o decepcionados. Es normal. Sin embargo, volcar esas emociones directamente sobre las personas más afectadas no ayudará a nadie. Solo servirá para acrecentar el dolor y el sufrimiento.

En cambio, podemos buscar consuelo en las personas que se encuentran en los círculos más grandes pues al estar más lejos del problema, se supone que se encuentran a la distancia psicológica necesaria para que nos ayuden a gestionar nuestras emociones.

En resumen, debemos tener claro que cuando hablamos con una persona que se encuentra en un círculo más pequeño que el nuestro, alguien más cercano al centro de la crisis, nuestro principal objetivo es ayudar, no añadir más malestar, pesimismo o negatividad.

¿Cómo dar consuelo de manera asertiva?

Cuando una persona necesita consuelo, lo mejor suele ser practicar una escucha activa. Es importante evitar la tentación de dar consejos porque muchas veces no son necesarios y es probable que caigan en saco roto o, lo que es aún peor, que resulten molestos o parezcan prepotentes. La persona que lo está pasando mal tan solo necesita un oído receptivo y un hombro amigo. En vez de intentar consolarla contándoles nuestras experiencias pasadas o diciéndole lo que haríamos en su lugar, es mejor que validemos sus emociones y le preguntemos cómo podemos ayudar.

Quizá esa persona necesite alguien con quien salir a caminar para desahogarse o alguien que cuide a los niños o a las mascotas durante unas horas. O quizá tan solo necesita salir a distraerse o alguien que la lleve al hospital. Ser útiles, en la medida de nuestras posibilidades, no solo implica asumir una actitud proactiva sino también demostrar que estamos disponibles y brindamos un apoyo incondicional. Y a veces, eso es todo lo que se necesita para salir de la crisis.

Fuente: Silk, S. Goldman, B. (2013) How not to say the wrong thing. En: Los Angeles Times.

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