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En boga divorcios en la tercera edad

aa* «Para el tiempo que me queda por vivir lo que no quiero es estar a disgusto». Es uno de los argumentos que se esgrimen en el creciente fenómeno de la separación tras décadas de matrimonio. Otro es que la primera pareja fue para formar familia, la segunda, para disfrutarla.

Aída Sedano se ha vuelto una celebridad en TikTok. Esta mujer de 76 años no baila ni canta, pero sus videos -en los que relata, por ejemplo, cómo es ir a hacer la compra sin su marido- han llegado hasta los 3,5 millones de visualizaciones.

Sedano -mexicana, madre de tres hijas y abuela de seis nietos- se separó de su esposo estadounidense hace nueve años, después de cuatro décadas de casada.

«Cuando ya no se da la relación, deja que el viento sople y se lleve la basura de tu camino. Y vive. Y empieza a vivir», le dice a BBC Mundo la dueña de la cuenta @aidasedanolaabuela, que tiene 116.600 seguidores en la red social.

Su frase resume el pensamiento de muchas personas en una época donde, a nivel general, la gente vive más y llega en mejores condiciones de salud -física y mental- a edades que tiempo atrás eran vistas como avanzadas.

La tendencia es tan popular que llevó a investigadores estadounidenses como Susan L. Brown a acuñar un término para este fenómeno: divorcio gris.

¿Por qué gris?

Básicamente se refiere al divorcio de personas que tienen ya el pelo canoso, es decir, personas de 50 años o más, que deciden dejar a sus parejas después de muchos años de matrimonio.

«Ya no se ve el divorcio como algo tan estigmatizado como podía ser al principio, sino que se ve mucho más normal», explica a BBC Mundo Silvia Congost, psicóloga y escritora. «Al estar más normalizado el divorcio hace que esté más presente también a esas edades».

«Además, la esperanza de vida se va alargando. Al llegar a los 65 años nos quedan dos décadas de vida de promedio y si uno no es feliz, ya no quiere resignarse a eso y sabe que tiene más opciones», indica la experta en relaciones.

De acuerdo con un estudio elaborado por Susan L. Brown, quien codirige el Centro Nacional de Investigación Familiar y Matrimonial en la Universidad Bowling Green State, la cifra de divorcios grises se duplicó entre 1990 y 2010, con un aumento de la tasa del 0,5% al 1% anual en Estados Unidos.

Hace una generación, menos del 10% de los divorcios afectaba a cónyuges mayores de 50 años. Hoy en día, más de una de cada cuatro personas que se divorcian en ese país tiene más de 50 años.

En México, la cifra de personas que se divorciaron con más de 50 años subió en diez años desde los 10.531 divorcios registrados en 2011 hasta los 28.272 de 2021, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

En España, otro ejemplo de esta tendencia, 34.449 personas mayores de 50 años se divorciaron en 2021 frente a las 24.894 registradas en 2013, según cifras oficiales.

Sin estigmas

«Cada vez tenemos parejas de más edad», explica a BBC Mundo Sacramento Barbas, mediadora y psicóloga de la Fundación ATYME, pionera en España en implantar la mediación. «Cada vez más parejas no quieren seguir juntas cuando llegan a la jubilación».

«Para el tiempo que me queda por vivir lo que no quiero es estar con problemas, estar a disgusto», indica sobre una de las frases que más escuchan. Otra de las frases más habituales en parejas que deciden separarse al jubilarse es la de «No reconozco a mi pareja, es como si fuera otra persona», comenta Barbas.

Sin embargo, lo sorprendente es que «a veces son los hijos adultos los que ponen más impedimentos, porque no quieren que los padres se separen», detalla la experta española sobre el divorcio a partir de los 50 años, muchos de los cuales han aguantado precisamente por los hijos.

En su opinión, «la esperanza de vida, vivir más años con una calidad de vida mejor, les lleva a querer disfrutar de esta etapa sin tener disgustos». «Además, el tema del divorcio se ve diferente actualmente en la sociedad. El divorcio ha estado muy estigmatizado. Existía el miedo a la soledad, el qué pensarán en el trabajo…», agrega.

Muchas parejas aguantan juntas hasta que crecen los hijos y se van de casa.

De la misma manera lo ve la psicóloga argentina especialista en crisis individual Beatriz Goldberg. «La gente se siente ahora con ganas de cambiar. Antes, hace muchos años, uno decía, bueno, si ya no me divorcié, ya no me divorcio. En cambio, ahora, la gente con 60 y 65 años está muy saludable aún. Tienen muchos años de vida por delante».

Muchos encuentran después nuevas parejas. «Hay gente que siente que la nueva pareja es más para el goce y la otra era para armar la familia y esta es para disfrutar», explica a BBC Mundo la autora de libros como «Me separé y ahora qué».

La mediana edad está marcada por importantes transiciones vitales. Los hijos crecen y se van de casa, dejando a las parejas con el nido vacío. Las carreras profesionales van decayendo a medida que las personas se jubilan.

Sin el ajetreo diario de hacer malabarismos con los horarios de los niños y las largas horas pasadas en el trabajo, los cónyuges pueden descubrir que tienen poco en común, que son prácticamente dos extraños sin nada que decirse.

El divorcio gris no suele precipitarse por un acontecimiento singular, sino que es el resultado de un distanciamiento, explican las expertas.

Junto con la normalización del divorcio se suma la independencia de la mujer.

«Las mujeres nos hemos dado cuenta de que no tenemos por qué tolerar ciertas cosas que antaño toleraban nuestras abuelas. Ya no se necesita tanto ese modelo familiar en el que uno mantiene al otro», explica Congost.

«Si no eres feliz sabes que no tienes por qué seguir aguantando. El nivel de tolerancia en algunos casos es menor, y digo, en algunos casos, porque se sigue sufriendo en relaciones que no funcionan y que no nos damos cuenta», agrega.

La historia de Aída

Aída Sedano cuenta su experiencia en TikTok @aidasedanolaabuela donde tiene 116.600 seguidores.

Aída Sedano se casó con 24 años, pero al poco tiempo se dio cuenta de que el matrimonio no era lo que pensaba. Encerrada en su casa en Tijuana todo el día con sus hijas y obligada a dejar de trabajar como maestra rural, un trabajo que le encantaba, vio pasar los años.

«Yo platicaba con mis tías y les decía que no me gustaba esa relación, que no venía, que tomaba, que gastaba mucho. Y todo el mundo me decía: tienes buena casa, tienes buenos muebles, vistes bien, no te falta nada», comenta a BBC Mundo.

«Yo me acuerdo que una vez mi papá me preguntó, ¿te pega hija? No ¿Que no te atiende como mujer? Sí. ¿Es que te falta algo de comer, hija? No ¿Pues, qué quieres, hija? Es un muchacho joven, tiene que salir a atender el negocio».

Cuando se mudó a San Diego finalmente con su marido consiguió volver a la universidad a estudiar pedagogía con 45 años.

Aída intentó muchas veces volver a trabajar de maestra, pero su marido no se lo permitía.

«Cuando volví a la universidad fue que empecé a aprender que nosotras las mujeres teníamos derechos, que el mundo había cambiado, que las cosas no eran como venía arrastrando».

Finalmente, decidió dejar a su marido a los 65 años.

Fuente: BBC

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