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Psicoanálisis, Nicaragua y una historia desconocida

Juan Carlos Volnovich, psicoanalista.

* ¿Para qué sirve el Psicoanálisis?, fue la pregunta que disparó la charla. Una experiencia en Nicaragua fue ideal para aportar respuestas

Claudia Nicolini

Nicaragua, julio de 1979. La Revolución Sandinista avanza hacia Managua. En un pueblo de la zona liberada un voluntario argentino trabaja de anestesista. Es médico, sí; pero básicamente es psicoanalista. Un día llega al improvisado dispensario la superiora del único gran edificio del pueblo: un convento colonial habitado por dos monjas, un puñado de novicias y una cocinera discapacitada.

La hermana Ludovica, hermosa y tímida, se ha enterado de que el joven médico judío es psicoanalista y pide ayuda con cuestiones personales. Dice, también, que las cosas no andan bien en el convento y que sus hermanas «están tristes». Él pide conversar con las hermanas y conocer el convento.

En principio, nada sobresaliente, salvo que el ala posterior del edificio está cerrada a cal y canto. Una charla intrascendente permite pasar: la cocinera, entre arroces y frijoles, dice que «allí fue donde pasó todo». Por la hendija abierta se colará el resto: cinco años atrás, durante la guerra, allí había funcionado un hospital; habían curado y ocultado a un joven sandinista, y la Guardia Nacional había asesinado al muchacho y violado a las monjas. Todo había sido sepultado en el silencio.

«De la sala de tortura al salón de operaciones». Se decide informar a las novicias y consultar con ellas la posibilidad de reabrir el hospital. Además, previa charla con el obispo, se realiza un acto público en honor a las monjas violadas, y en el mismo lugar donde «todo» había ocurrido, se arma el quirófano. Las novicias, apocadas y «tontas» al principio, se vuelven capaces y entusiastas.

Esta es, en realidad, solo la primera parte del relato que el doctor Juan Carlos Volnovich, médico y psicoanalista (además de anestesista cuando fue necesario) usó en la Fundación Psicoanalítica Sigmund Freud para responder a la pregunta: «¿Para qué sirve el Psicoanálisis?» (Los interesados en el caso completo podrán encontrarlo, en breve, en el sitio web de la institución).

¿Sirve el Psicoanálisis?

Esta historia nos coloca lejos de la imagen estereotipada del analista mudo, sentado tras el diván donde su paciente habla y habla. Y no porque el clásico dispositivo no funcione, sino porque muestra que no es lo esencial.

Esta historia muestra -y lo confirma el debate que se produjo después de la presentación de este caso- elementos que, salvo en situaciones específicas, suelen ignorarse: que el Psicoanálisis permite trabajar con el sufrimiento fuera del consultorio privado, caro, para más complicaciones.

«Ya durante la década de 1960 muchos psicoanalistas trabajábamos en los hospitales públicos -recordó Volnovich-. Eran experiencias pioneras que permitían superar los supuestos límites de clase. El Policlínico de Lanús estaba en un barrio proletario (¡todavía existía el proletariado! Ahora, son ‘marginales’), gente que no podía pagar honorarios. La cuestión del pago y la transferencia se maneja de otro modo».

Pero esta historia permite ir más allá: el Psicoanálisis es una importante herramienta para intervenir en casos de crisis extremas, de grandes hechos traumáticos.

«La frase que da el nombre a esta conferencia la usé para presentar el libro ‘Psicoanálisis extramuros’, de Silvia Bleichmar, que da cuenta de la experiencia de coordinar, por pedido de Unicef, los equipos que dieron contención a la población de México luego del terremoto, en 1985.

¿Cómo intervenir en casos como este, o durante una guerra? -se preguntó de nuevo en 2012 Volnovich-. Lo esencial es rescatar la escucha más allá del dispositivo. Y esto significa, ni más ni menos, estar atento, escucharlo todo: los emergentes ‘intrascendentes’, las confidencias mínimas… Y saber que así como los síntomas ‘hablan’ en los pacientes individuales, en los grupos y en las instituciones hay que estar atento a los analizadores, los indicios que logran superar el silenciamiento».

«Además, hacen falta dos elementos sin los cuales nada de esto es posible -apuntó-: mucha, mucha teoría y el análisis personal, haber hecho la experiencia del propio inconsciente, del poder ominoso de ‘lo no dicho’… Y de las posibilidades que se abren cuando, finalmente, se puede decir».

La Gaceta, Argentina

cnicolini@lagaceta.com.ar

 

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