Voces del trabajo infantil doméstico
* El trabajo infantil doméstico en casas de terceros, en una de sus formas más crueles ha sido calificado por Save the Children como esclavitud
Rosario Montenegro Zeledón
Cuando Saribeth estaba por nacer, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño, que Nicaragua ratificó en 1990. Cuando tenía 6 años, en 1996 se reformó el Código del Trabajo, que estableció los 14 años como la edad mínima para trabajar, y así estar a tono con el Convenio 132 de Organización Internacional del Trabajo (OIT), que el país ratificó en 1981.
En 1998, Nicaragua aprobó el Código de la Niñez y la Adolescencia y en el 2001 ratificó el Convenio 182 de la OIT Sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil”. Es decir, Saribeth nació y vivió sus primeros años bajo un marco legal, que en teoría, le garantizaban sus principales derechos y la protegía de la explotación laboral infantil…pero ella empezó a trabajar como doméstica infantil en el 2000, cuando tenía diez años.
Es decir, Saribeth nació y vivió sus primeros años bajo un marco legal, que en teoría, le reconocía sus principales derechos y la protegía de la explotación laboral infantil…pero ella empezó a trabajar como doméstica infantil en el 2000, cuando tenía diez años.
“Es que el hambre es fea, el hambre nunca me ha gustado”, así resume sus razones, por las que cuando tenía diez años, tomó las plantas que su mamá sembraba para venderlas en el mercado de Ocotal.
Ahí encontró a su primera patrona, una señora que vendía comida en el mercado de Ocotal, quien primero le propuso que le ayudara a lavar trastes, luego a cocinar y venderla en las calles, en compensación recibía cinco córdobas diarios (21 centavos de dólar cambio actual) y “alguna ropita usada”.
Jornada se incrementó, “ayuda” no
Al poco tiempo la “ayuda” se trasladó a la casa de la patrona, en donde su jornada se incrementó desde cinco de la mañana hasta las 11 ó 12 de la noche, la última hora la dejaba para sus tareas escolares. Ella seguía recibiendo los mismos cinco córdobas y la alimentación.
“Es que esas señoras buscan empleada, no para que uno les ayude…, sino para dejarle toda la carga, y si es niño mejor, porque uno es bien tonto, con un peso que le dan lo engañan o por la comida tal vez… y como le digo a mi el hambre nunca me ha gustado y esa señora hacía nacatamales… yo cocía la masa, le soasaba las hojas y como eso se hace hasta en la tarde, supuestamente para que ya no se moje uno, terminaba a las 11, 12 de la noche”.
“Como dos veces me quemé, me quemaba en el fuego, cuando llegué ni podía limpiar el fuego (sacar brazas) y una vez me forzó a que lo hiciera, también dos veces me quemé con agua hirviendo, haciendo el café, pero a ellas les vale”.
¿Cómo es la vida de un niño trabajador?
“Es fea, horrible cuando lo regañan, cuando se le sube el azúcar a los patrones, esa señora de nada lo trataba, y uno sólo llorar y tragársela, ni a quien contárselo porque no tenía mama, no tenía papa, tenía, pero es como que si no tuviera…digo yo que debe haber sido porque eran tantos chavalos” (15 hermanos).
“Es feo salir a trabajar a temprana edad, pero así ya nadie lo pisotea a uno, lo explotan a uno, pero así también aprende, porque a mi eso fue lo que me enseñó a ser mujer…es cierto es feo trabajar chiquito porque uno sufre, pierde la niñez, la pierde totalmente”.
Se marchó de ese trabajo el día que el marido de la señora quiso pegarle porque no encontró tortillas. “Andaba bolo, tomaba mucho, entonces me fui a meter donde mi dizque novio, pero me fue peor, me llené de chigüines, andaba con un montón de mujeres, y yo seguí trabajando”.
Saribeth recién cumplió 22 años, acaba de tener a su tercer hijo, el primero lo parió a los 16 años. Desde hace un año es dueña de una venta de comida en el mercado de Ocotal, tiempo después se separó del padre de sus hijos, “toma mucho y es mujeriego”.
La historia de Magaly
Magaly (16 años) desde hace un año trabaja como voluntaria en Casa del Adolescente de Estelí, lo que le ha permitido conocer mejor sus derechos. Y es después de la experiencia como trabajadora doméstica en casa de su tía política, cuando tenía 14 años, dice no volver a trabajar como doméstica.
“Una de mis tías necesitaba que le cuidaran a su bebé y yo necesitaba dinero…era mi tía política y me dijo sólo vas a cuidar al bebé…me iba a pagar semanal 200 córdobas, que no es nada, pero lo acepté, me tocaba viajar desde mi casa…son como cinco barrios de distancia, no estaba acostumbrada a levantarme de mañana, pero lo hacía, a las 12 iba a clase y luego regresaba”.
“Fue subiendo la tarea, limpiame aquí, lavame allá, lavame ropa, planchame, cociname… y me estaba pagando la misma cantidad…empecé a sentir como que perdía muchas energías, no me enfocaba en clase”.
“Tenía 14 años, no tenía experiencia, era un niño cuidando otro niño, se podía enfermar o enfermarme yo, tenía miedo que se metiera algún ladrón, que ocurriera otro problema y yo cómo iba a solucionar, era un riesgo y lo segundo era la ida, salía a las 6 de la mañana, sola, donde hay mucho peligro… también la venida, venía de noche, venir a pie por calles desoladas, barrios subordinados (marginados), era muy peligroso, corría riesgo mi vida”.
Quemadas y maltrato
“Tenía que cocinar…los niños no deberían de cocinar, es un riesgo, se nos enseña que para ser mujeres completas tenemos que cocinar…yo sufrí muchas quemadas, con agua caliente, con aceite, también me hacía lavar ropa, yo le lavaba su ropa, ropa de grande, mucha ropa, y planchaba, en una ocasión quemé la ropa, porque no sabía planchar”.
“Porque me pagaba 200 míseros pesos, creía que podía tratarme como se le daba la gana…me decía vos chavala no has hecho aquí, mirá me dejaste sucio allá, quería que pasara trapeando todo el día…me hacía sentir mal, como vos estás comiendo en mi casa… tenés que sobre explotar (desquitar) tu pago…me estaba afectando sicológicamente”.
Dice que otro riesgo que enfrentan los niños trabajadores es que sus padres no asumen su responsabilidad. “Ya no podés contar con su apoyo, tenés que empezar a dar recursos en tu casa porque estás como de posada, aunque sea tu familia, ya te ven de otra manera, entonces como que aparte de que te esforzás trabajando…ese dinero pasa a ser automáticamente de tus padres”.
El caso de Yeli
Yelis tiene 15 años. Actualmente cuida dos niños, de cinco y 10 años, a cambio recibe 400 mensuales (17.16 dólar), la ventaja -nos dice- es que los cuida en su casa.
¿Por qué trabajás?
“A veces faltan cosas en el hogar…es el modo de ayudarme y ayudar a mi familia…a pesar que cuesta mucho porque son dos (niños) son seis horas cuidándolos, me toca alistarlos, bañarlos, muchas veces cuando estoy en exámenes…se me dificulta, es un riesgo que tengo sicológicamente…me siento muy hostigada por ellos, de repente estoy estudiando, ellos están peleándose, tengo que llamarles la atención, es parte de mi trabajo”.
Yelis cuida a los niños todas las mañanas de lunes a sábado, les cocina, plancha, les lava la ropa, les da de comer, debe cuidarlos de que se golpeen, ayudarles en sus tareas y llevarlos a la escuela. No tiene comunicación con los papás de los niños, los mensajes se los transmiten a través de su mamá. “Conmigo casi no hablan, sólo con mi mamá, de esa manera estamos trabajando”.
Antes de ir a su colegio, debe pasar dejando a los niños al de ellos. “La escuela de ellos queda como un kilómetro, la mía como a un kilómetro y medio, se me dificulta porque tengo que salir a toda prisa…a veces tengo que pagar taxi para llegar temprano”.
“Me dan ganas de dejar de trabajar, porque es una responsabilidad muy grande… siellos se golpean…es culpa mía, si ellos no comen es responsabilidad mía…, me los entregan nítidos y así tengo que entregarlos”.
Audios:
Saribeth
Yelis
Magaly
Este proyecto ha sido auspiciado por el Fondo de Apoyo al Periodismo del Programa Vida en Democracia.