La Nicaragua mágica y viva de Trobat
* Fotógrafo cordobés expone una parte de su proyecto ‘Aquí, junto al agua. Nicaragua’, que se ha desarrollado a lo largo de 18 años en el país centroamericano, en los XI Encuentros de Fotografía de Gijón
Juan Carlos Gea | asturias24.es
Dieciocho años, ochenta fotos, un país y un proceso –que sigue abierto– en el que se mezclan vida y muerte, alegría y sufrimiento, siglos de dolor y destellos de esperanza, el testimonio documental y el relato casi alucinado… y una mirada que, absolutamente absorta e identificada en lo que mira, se ha vuelto, más que testigo, parte ya de todo ello. El país es Nicaragua; los años, los del tardo y el post-sandinismo, entre 1990 y 2008; la mirada, la del fotógrafo andaluz Rafael Trobat (Córdoba, 1965), y las imágenes las de su impresionante serie Aquí, junto al agua. Nicaragua, una parte de las cuales se pueden contemplar desde ayer en el museo Juan Barjola dentro de las actividades de los XI Encuentros Fotográficos de Gijón.
«Es el trabajo de mi vida», ha asegurado Trobat, rodeado este mediodía de los fotógrafos invitados a las jornadas, del director del Centro Andaluz de la Fotografía, Alejandro Castellote, y de varias decenas de jóvenes estudiantes, a los que ha recordado cómo todo empezó «por pura casualidad, porque la vida te pone delante cosas que no esperas». Lo que el fotógrafo no esperaba era el «flechazo» que le atravesó cuando visitó Nicaragua esperando fotografiar «la ‘Torre Eiffel’ de Nicaragua, que eran los sandinistas», y se encontró algo muy distinto, por debajo de la «saturación de imágenes» que en aquellos años provenían de los convulsos países de Centroamérica.
«Me encontré con un pueblo relamente increíble, en el que al final los aspectos menos importantes eran esos que estábamos acostumbrados a ver en las fotografías; un pueblo muy castigado, pero con una vitalidad increíble, raro, extraño, lejano y al mismo tiempo cercano, con algo muy propio, algo que conectaba con mi infancia andaluza y que allí seguía vivo», ha rememorado Trobat. Empezó queriendo documentar aquel descubrimiento, y la cosa acabó «convirtiéndose casi en un medio de vida», impulsado por «la necesidad de hacer justicia y escapar de la mirada estereotipada para mirar desde dentro, de un modo en el que los propios nicaragüenses pudieran reconocerse en las fotografías».
El resultado fueron las ochenta fotografías de gran formato en blanco y negro que produjo el Centro Andaluz de la Fotografía («al que tengo que agradecer que apostase por mí en un momento en el que la crisis empezaba a enseñar las orejas», proclama Trobat) y que, sumadas a otras tantas, quedaron recogidas en un excepcional libro editado por Lunwerg que llegó a finalista en el “Leica European Publishers Award for Photography” londinense de 2008 y fue seleccionado por el festival PhotoEspaña entre los mejores libros de fotografía de aquel mismo año.
El espectador se encuentra frente a seres humanos que han sido víctimas de las catástrofes naturales, de las guerras civiles, de la violencia cotidiana de las agresiones o la pobreza, pero también a niñas capaces de estallar en una carcajada sobre un féretro, personas que se abrazan entre la ruina o la desolación, devociones y fiestas populares o situaciones, simplemente, inclasificables, tan inexplicables e incoherentes como la impresionante ‘El paso (San Jorge, 2003)’.
Porque –aunque como ha recordado Alejandro Castellote, la fotografía de Trobat es profundamente «humanista»–, la suya no es una crónica convencionalmente narrativa o periodística. Sus imágenes están atravesadas de una intensa poesía que no deja de ser totalmente cotidiana, y trascienden su espacio y su tiempo con una potencia estética sobrecogedora.
«Estas fotografías no hablan solo de sufrimiento, aunque el sufrimiento esté ahí, sino que han buscado equilibrar la vitalidad que los nicaragüenses utilizan para sobreponerse a ese sufrimiento, la vida cotidiana y sus momentos extraños y mágicos, esos momentos con los que uno sueña», ha explicado el cordobés, cuyas imágenes «no pretenden ofrecer relatos cerrados, sino dejar que sea el que las mira quien las complete».
«No necesitamos que el autor esté contándonos lo que ha fotografiado. Son situaciones que no tienen ningún significado en particular, situaciones triviales, pero que se convierten en otra cosa al ser fotografiadas», ha concluído Trobat, que está convencido de que «la fotografía tiene la magia de comvertir cada momento en un misterio, en una especie de milagrito».